Por Ana Hernández y Laura Terenzano
El caballito de Troya es una jugada previsible y muy arriesgada porque si sale bien es presidenciable, pero si sale mal… La llegada de Sergio Massa al gabinete nacional no sorprendió ni a propios ni a extraños. Después de una semana frenética de operativo clamor, el tigrense logró cumplir su sueño y desembarcar en Casa Rosada.
Del otro lado están los otros intereses que son el verdadero poder real y que fraccionan según van cambiando las medidas. Como en este caso luego del anuncio los mercados reaccionaron favorablemente luego del operativo clamor.
Esta semana ni la mejor película supera a la realidad del tablero de ajedrez en donde hubo hijos y entenados. Sí es verdad que la única manera de sostener algún tipo de legitimidad del gobierno nacional es manteniendo unidas las tres patas que conforman el Frente de todos. Siempre fue la única garantía frente al poder real económico. En el resto del mundo suelen ser las multinacionales y en el nuestro con una industria pesada inexistente son los agroexportadores que pueden presionar no liquidando. Nuestro país tiene la misma discusión hace más de 200 años oscilando sin conciliación entre ambos modelos no logrando siquiera cambiar el inconsciente colectivo.
Un rostro conocido
Sergio Tomás es un rostro conocido en la política argentina, y venía pidiendo pista desde hace tiempo para desembarcar en Casa Rosada. Con una pequeña ayudita de sus amigos gobernadores, el tigrense finalmente cumplió su sueño y se quedó con buena parte del capital político del Frente de Todos. Es el socio minoritario de la coalición de gobierno que ganó las elecciones en 2019. Massa había conseguido entonces la presidencia de la Cámara de Diputados, pero este era, según su lógica, un cargo menor. Aunque su rol allí, coinciden oficialistas y opositores, fue bueno, el sueño tigrense estaba en otro lado.
La crisis interna que el Frente de Todos, que se hizo pública desde el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, expuso fracturas que deberían haberse soldado puertas adentro. El daño fue tal que hasta –evidentemente– la propia vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner se dio cuenta y recapituló. Bancando ahora a Massa, CFK le dio al bonaerense luz verde para tomar las riendas de una economía argentina oscilante.
Con apoyo del kirchnerismo y las corporaciones, Massa fue presentado por los medios hegemónicos como Superministro, aunque la estructura que formará con Economía, Producción y Agricultura ya existió antes en la Argentina. Sin embargo, era necesario un show mediático de impacto para que “los mercados” se calmen y respondan favorablemente a la novedad.
Clamor en la dirigencia entrerriana
Tras la reunión de gobernadores y gobernadoras en el CFI, comenzó el apabullante operativo clamor para la llegada de Massa a la Casa Rosada. Uno de los impulsores de ese operativo fue el gobernador Gustavo Bordet, quien junto con su colega de Santa Fe Omar Perotti, publicaron casi al unísono mensajes en Twitter pidiendo por el tigrense. Bordet y Perotti no son dos gobernadores más, son los jefes políticos de la zona núcleo y una de las agropecuarias más importantes del país. En una clara muestra de búsqueda equilibrista entre “el campo” y “el peronismo”.
Respaldo trasladable y sin demoras.
Sin juego de damas: un Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad totalmente desdibujado y ausente en la mayoría de las ciudades del país, la ministra Gómez Alcorta quizás sea una de las pocas sobrevivientes a los demasiados cambios que Fernández hizo en su gabinete en los 18 meses que lleva de gestión. Si hay algo que pueda leerse con claridad sobre la semana que pasó es que la paridad de género en cargos de gobierno quedó lejos de ser una verdadera política de Estado y mucho más lejos de ser una prioridad.
El recambio sumó “volumen político” al elenco oficial y que debería tener como prioridad revertir el deterioro en la distribución del ingreso. Difícil es la tarea en un contexto donde ambos extremos de la sociedad se están manifestando unos en las rutas y otros en las calles. Antinomias viejas y conocidas que se potenciaron en discursos radicalizados anunciados con anticipación por los sociólogos para el mundo post pandemia.