El brutal crimen de las mellizas Candela y Juliana Maidana

Candela y Juliana, de 2 años, fueron asesinadas a sangre fría por su padre.
Por Clelia Vallejo
Profesora – Periodista

Un hecho monstruoso que acaeció en nuestra ciudad y conmovió al país entero, fue el asesinato de dos bebas de apenas 2 años de edad. Un homicidio para el cual la mente humana no encuentra justificativos, fue perpetrado por el padre de las pequeñas mellizas, el 8 de octubre de 2005.
Nada hacía pensar cuán cerca estaría el fin de ambas, mientras se las veía de la mano de sus papás desplegando su tierna imagen que encantaba a todos. Pero Candela Trinidad y Juliana Nazarena Maidana, murieron a manos de su propio progenitor con quien fueron inocentemente a un almacén “a comprar algo para comer”. Marcelo Maidana declaró que allí compró cerveza y gaseosa, y horas después volvió con las nenas degolladas en su auto y le dijo a su mujer, Lucrecia Méndez: “Te las maté, acá las tenés”. Mientras la mujer embargada por el horror reaccionaba como podía, Maidana huyó de su casa, ubicada en Barrio 134 Viviendas, al oeste de Concepción del Uruguay, en el mismo Ford Falcon y con su carga macabra. Solo frenó ante la sede de la Policía Federal, en calle San Martín y Artigas.
¿Cuál fue la causa del monstruoso hecho? Según alegó el homicida: la infidelidad de su mujer. Sean cuales fueren los problemas de pareja, ¿qué responsabilidad tenían esas inocentes niñitas en las acciones de los mayores? Adujo en la causa, y a modo de justificación, que su mujer le había dicho que las niñas no eran sus hijas, aunque ese dato quedó luego descartado por una prueba de ADN. El nivel de atrocidad de su absurdo argumento sólo resultó superado por el horror que embargó a quienes se lo oyeron pronunciar en el juicio.

El “pedido” de la Virgen
El juicio se sustanció en noviembre de 2006. El defensor fue un joven abogado que intentó brillantemente, si no lograr la absolución, morigerar la pena del asesino. Pero nada fue suficiente, ni siquiera alegar una suerte de delirio místico lo salvó de la condena a perpetuidad. En su declaración, además de abundar en los problemas que tenía con su pareja, sin reconocer ninguna responsabilidad en ello, Maidana dijo que, obnubilado por la supuesta revelación de su mujer, como en medio de un trance, había ido con las niñas a rezar ante “la virgencita del puente de Fierro” y que en un momento escuchó que la imagen le pedía las niñas, pero que él le dijo: “No, mis hijas no”, y se fue.
Como al parecer la esposa insistía en el divorcio, el hombre adujo que le dijo a su entonces cónyuge: “Si nos separamos las niñas van a sufrir”, a lo que ella le había respondido: “Qué tanto las defendés si no son tus hijas”, aunque cualquier duda sobre su paternidad quedó descartada por la evidencia científica.
Lo cierto es que Marcelo Maidana volvió a llevarse a las niñas ese 8 de octubre a comprar comida. Una vez adquiridas las bebidas, se fue con ellas otra vez a la virgencita. Allí entraron en un descampado a la vera de la ruta 41. “Ya es la hora me decía la virgencita” declaró.
Según, afirmó en el debate: “Yo quería sacarme esas voces de la cabeza pero no podía”. Y agregó sin aludir al acto para el que usó un cuchillo de carnicero que llevaba: “después de lo que hice me acosté sobre ellas y las abracé”. Declaró que permaneció alrededor de tres horas después de degollar a las chiquitas hasta que “levanté a las nenas y las llevé al auto. Una se me cayó al cruzar un alambre y la levanté. Estaba como sin corazón, no sentía nada”. Las acomodó en el auto, al parecer también las tapó con unos cartones y puso rumbo a su casa. Allí encontró a Lucrecia muy preocupaba y con perversa crueldad le mostró los cadáveres. Acto seguido se dirigió a la Policía Federal, porque la Policía de la provincia ya lo andaba buscando alertada por su desaparición de tantas horas con las nenas.
Relató también que luego de entregarse pudo dormir, pero que cuando despertó cayó en la cuenta de lo que había hecho y que se quería matar.

El dolor de la mamá
Lucrecia, la madre de las mellicitas, entonces de 21 años, declaró a su vez que Maidana la amenazaba desde hacía meses, pero que pensaba que le podía hacer daño a ella, no a las niñas. De hecho, una noche Maidana había regresado imprevistamente de su trabajo y la había amenazado. Otra vez le había dicho que antes de separarse las mataba a las tres.

Huye de prisión
Una vez que se conoció la sentencia a prisión perpetua que le impuso el Tribunal por “Homicidio doblemente agravado por el vínculo y por alevosía”, además de tener que resarcir a su esposa con una suma de dinero en concepto de “daños morales y materiales”, Maidana huyó de prisión. Tras la sentencia debía ser trasladado a la UP4 de nuestra ciudad, lo cual se haría efectivo poco después de la sentencia, pero el condenado no esperó el traslado. Esa misma noche se escapó por los techos de la comisaría. Estuvo un considerable tiempo escondiéndose de la Policía que realizaba rastrillajes para dar con él. Finalmente cayó otra vez en manos de la Justicia y fue alojado en la cárcel donde cumple su condena.
Hubo varias cuestiones que demuestran que Maidana no era tan inconsciente de la gravedad del hecho que cometió. Primero, las amenazas a Lucrecia y a las niñas. Además, los indicios sobre que actuó con premeditación eran elocuentes, numerosos y concordantes, sino ¿por qué portaba un cuchillo de grandes dimensiones cuando llevó a las niñas a un lugar desolado “a ver la virgencita”? (En la actualidad se le hubiese adjudicado también Homicidio por odio transversal, es decir hacerle daño a la madre a través de la muerte de las pequeñas). Por lo demás, si estaba tan abrumado por lo que había hecho, como juró sentirse, ¿por qué huyó para no cumplir su condena?
En fin, casi dos décadas después, cuando se han acallado el dolor y la indignación, no cabe más que agradecer que se les haya hecho justicia para esos dos bellos e inocentes ángeles.