Por David Bueno
Hace dos años la revista BioScience publicó el artículo con más autores que se ha escrito nunca, 15.372 científicos de 184 países (entre ellos, quien firma esta columna) titulado: “Advertencia a la humanidad de los científicos del mundo: Segundo aviso”. Era la continuación de otro informe que un grupo de 1.700 científicos hizo en 1992, un manifiesto que enumeraba los principales problemas a afrontar para mantener una vida digna en la Tierra y que decía, textualmente: “Para evitar que se produzca una mutilación irreparable del planeta y extienda la miseria, la humanidad debe cambiar radicalmente la forma en que gestiona el medio ambiente y la vida que contiene”.
Casi 30 años después, de todos los problemas que se denunciaban en 1992 sólo se ha resuelto uno, estabilizar la capa de ozono.
El segundo trabajo lanzó una nueva alerta para que cada uno examine su comportamiento individual en relación al desarrollo sostenible y se intentó generar un estado de presión positiva y proactiva sobre los representantes políticos para que adopten medidas de carácter más global. Sin los granitos de arena aportados por los habitantes del planeta, difícilmente se podrán alcanzar los objetivos para mantener una vida digna a largo plazo. Sin embargo, hay que reconocer que no hay suficiente con los datos y posibles soluciones que aporta la ciencia. Necesitamos, también a las personas, por su capacidad reflexionar sobre la condición humana. En este contexto, el trabajo de la filósofa Marina Garcés, “Nueva ilustración radical”, cuya lectura recomiendo por su claridad y profundidad, nos advierte, ya en el primer párrafo del primer capítulo: “Dicen, algunas voces, que estamos en proceso de agotamiento o de extinción (…), quizás no como especie, pero sí como civilización basada en el desarrollo, el progreso y la expansión.” Nos habla de la rendición del género humano para vivir dignamente, como consecuencia del analfabetismo que impregna la sociedad: pensamos que lo sabemos todo, pero sin embargo tenemos la sensación de que no podemos hacer nada. El saber reducido a ofrecer soluciones concretas, es un “solucionismo”, como lo llama Garcés, que ha perdido la atribución de hacernos mejores, como personas y como sociedad. Sin un apoderamiento individual crítico, este Segundo aviso, desgraciadamente, resultó tan poco efectivo como el primero.