Editorial. Domingo

Abrir los ojos, buscar el diario, preparar el mate. De la tapa a la contratapa, saltando de página y de títulos. Sea en papel o en la pantalla, la rutina se repite más o menos igual en cada casa. Las rutinas dan seguridad. Todo el mundo necesita cierta estructura, de allí que los hábitos tienden a repetirse. Como las noticias y las respuestas de los políticos. La fiesta de cumpleaños hunde al Presidente, gritará una portada. Y un analista mostrará una encuesta contundente. Acá no hay lugar para los traidores, escribirá un político en Twitter. Otro le recordará en 140 caracteres la cantidad de traidores que ocupan altos cargos. Ambos se pelearán un rato con los comentarios de usuarios anónimos. No importa que la red social haya reconocido que el 60% de los tuits son generados por robots. La cuestión es indignarse, que para eso están las redes sociales. Para eso y para mofarse un poco con los carpinchos que asolan a los respetables vecinos de Nordelta. Los carpinchos convertidos en trending topic. Los memes suelen ser ingeniosos. Pero ninguno supera al que escribió: “Si le llegan a poner un chaleco de la AFIP a esos carpinchos, se vacía Nordelta”. Leer las páginas políticas con el estómago vacío puede dar acidez. Más cuando el candidato, guiado por su instinto para la réplica, responde con una chicana. O con otra pregunta, como lo asesora su equipo de campaña. Dan ganas de encontrar un titular como el que le dedicó hace más de 100 años un periodista al arzobispo de Canterbury. Parece ser que en 1919 el arzobispo iba a ir de visita pastoral a Nueva York y sus cercanos le advirtieron que tuviera cuidado con lo que decía a la prensa. Los periodistas de aquel tiempo solían ser irreverentes también (pero eran inteligentes). Al sacerdote le aconsejaron que pensara bien antes de responder, pero él los tranquilizó. Tenía sobrada experiencia en lidiar con los medios. De modo que a poco de llegar, cuando fue abordado por el periodismo el prelado se ofreció cortésmente.
-Su excelencia, ¿qué opina de la cantidad de burdeles que hay en Nueva York?”.
El arzobispo, adoptó una posición reflexiva y respondió con otra pregunta:
-Ah, ¿hay muchos burdeles en Nueva York?
Al otro día un diario escribió: “Lo primero que preguntó el arzobispo de Canterbury al llegar al país fue: ‘¿hay muchos burdeles en Nueva York?’”.