Determinación I

Por David Bueno

Estamos a punto de empezar a transitar el último mes del año. Días, los que vendrán, en que solemos hacer balances. ¿Cuántos objetivos trazados para este 2021 mantenemos vigentes? ¿Hemos tenido suficiente fuerza de voluntad? La respuesta más común es no. Porque, la verdad sea dicha, la fuerza de voluntad flaquea con facilidad. ¿Pero por qué?
La neurociencia ofrece algunas respuestas que tal vez nos sirvan para reflexionar en pocas semanas.
La voluntad nos permite vencer los obstáculos y alcanzar nuestras metas incluso si implican un esfuerzo que no se ve recompensado de manera inmediata. Este primer punto es crucial: la sensación de recompensa. Está muy arraigada en nuestro cerebro, y nos conmina a repetir las acciones que nos han resultado provechosas con anterioridad. Una de las zonas principales del cerebro implicadas es el estriado, y el neurotransmisor que lo activa se llama dopamina. La dopamina participa en diversas funciones mentales: la motivación, el placer, la atención, el optimismo y la recompensa, entre otras.
Por otra parte, cada vez que echamos mano de la fuerza de voluntad para hacer algo contrario a las tendencias inmediatas del momento, como por ejemplo comernos una fruta en lugar de una porción de torta, se nos activa la denominada corteza cingulada anterior, que tiene diversas funciones, entre las cuales destacan la gestión de conductas racionales como la toma de decisiones, la empatía y la gestión emocional.
Esta zona del cerebro tiene conexión directa con la corteza prefrontal, que está implicada en la planificación de acciones futuras y en el control consciente del comportamiento, lo que incluye la determinación. Pero también con la amígdala, que se ocupa de generar emociones. Todas ellas, además, actúan sobre el estriado, que como ya se ha dicho genera sensaciones de recompensa.
Unamos todas las piezas. Cuando nos planteamos un propósito usamos la corteza prefrontal para planificarlo y para mantener la determinación de conseguirlo. Tomamos la decisión con la corteza cingulada, que inhibe otras acciones que lo desbaratarían y controla las riendas de las emociones para mantenernos dentro de la racionalidad. Y, aquí viene lo importante, anticipamos la recompensa final (por ejemplo, perder esos kilos que nos sobran). Lo malo es que, cuando todo parece ir sobre ruedas, algo sale mal.
Existe una única manera de mantenernos firmes a pesar de todo.
Pero el espacio de esta columna se nos termina. Hasta mañana.