Desobedecer

Esther Vivas

Pensamos en la maternidad como una experiencia neutral, pero en realidad viene condicionada por el contexto social y cultural en el cual nos encontramos. La mirada que tenemos de la maternidad es resultado de una sociedad y un sistema patriarcal que invisibiliza las necesidades de las mujeres, que niega el trabajo de los cuidados, que vulnera los derechos de las mujeres y, en consecuencia, también de las madres. Miramos a la maternidad como la construcción social y cultural, donde la mujer madre se supone que no tiene vida porque no tiene otros intereses. Es fundamental hablar de la maternidad real y entender que ese espejo en el cual nos miramos y nos mira la sociedad es falso y no responde a la experiencia real de quienes tenemos hijos. Debemos ser conscientes de que cuando miramos al parto o a la lactancia también es fruto de esta sociedad patriarcal y productivista, porque hemos asociado el parto a una enfermedad, a un proceso que hay que “medicalizar”, cuando lo que la madre y el bebé necesitan es tiempo, respeto y confianza. Pero en cambio se aplica una lógica productivista y mercantilista. Esta mirada productivista y neoliberal supone que el cuidado y la crianza están supeditados a lo productivo, donde se considera que ser madre penaliza y dificulta la carrera profesional de las mujeres, cuando el problema no es la maternidad sino el mercado de trabajo hostil a la experiencia materna y a la crianza.
Las mujeres tenemos que desobedecer ese mandato de la maternidad. La maternidad debe ser fruto de una elección libre, no puede ser una imposición y, al mismo tiempo, cuando nos convertimos en madres tenemos que desobedecer al ideal de la buena madre perfecta y, por el contrario, reivindicar la maternidad real, el derecho a decidir sobre nuestro embarazo, parto y lactancia. A menudo, cuando quedamos embarazadas se nos infantiliza, no se nos considera como un sujeto con capacidad de decisión, se nos vulneran nuestros derechos. Hay que reivindicar esa maternidad desobediente que se erige como sujeto político y como sujeto de derechos. Esa maternidad desobediente que dice “en mi embarazo, en mi parto y en mi lactancia mando yo”. Y que además se reconcilia con nuestras capacidades biológicas, porque también nos han hecho creer que no podemos parir o amamantar, hay que reconciliarnos con estas prácticas sin idealizarlas.