Desaprender, redefinir, elucidar

Señor director:
Con pandemia o sin pandemia, este es el mundo de la muerte. Desde el momento de nacer, el tiempo se encarga de ir acortando la distancia que nos separa de la muerte. Para anular la ansiedad que supone la breve existencia en este mundo conviene saber desde un principio que no somos el cuerpo material sino el ser espiritual que le da vida, tal como las pilas hacen funcionar los celulares. El cuerpo es una máquina hecha de energía material destinada a deteriorarse y colapsar como cualquier otra máquina. La real identidad de una persona es el alma, reconocible en forma de conciencia. Desafortunadamente, en la escuela no nos enseñaron esto y crecimos creyendo ser el cuerpo, el cual nos hace sufrir cuando se enferma tal como sucede ahora. En el plano material, todo lo que nace muere, y todo lo que muere nace nuevamente. Esa es la ley de la naturaleza en el universo en que habitamos. Por tanto, es fácil de entender que si a pesar de tener todo en la vida (“salud, dinero y amor”) no estamos satisfechos, debe faltar algo. Imaginemos que tenemos un lindo loro en una linda jaula, y que ponemos todo el empeño en hacerla brillar sin ocuparnos en cuidar al loro. Tal como la jaula requiere mantenimiento, el loro también necesita ser cuidado, y lo correcto es hacerlo mientras está en la jaula, de lo contrario siempre estará insatisfecho y con ansia depresiva. Así como el cuerpo hay que nutrirlo, el alma también necesita ser nutrida. El cuerpo se nutre por la boca, y el alma se nutre por el oído. El alimento del cuerpo es la comida, y el alimento del alma es el conocimiento espiritual. Si por ignorancia omitimos alimentar el alma, ella estará anémica y deprimida. No morirá porque es innaciente y eterna, pero su vida en este mundo será un flagelo.
Mientras uno no conoce otra vida más que esta, y además cree que es la única que existe, se acostumbra a soportar los momentos aciagos y a sublimar los momentos placenteros para no desanimarse y aguantar el chaparrón. Por supuesto, a quienes piensan que vinieron de la nada y que volverán a la nada tras la muerte del cuerpo, el disfrute temporal es lo único que cuenta, y la única opción para lidiar con lo nefasto es atenuarlo con milongas. Pero la buena noticia es que ni somos el cuerpo, ni la vida termina con la muerte del cuerpo. En este mundo todo se deteriora y muere, pero existe otro mundo no material del cual venimos, que es nuestro verdadero hogar al que podemos regresar con solo encontrar el camino y recorrerlo. La enfermedad, la vejez y la muerte son problemas insolubles desde que el mundo es mundo, y trasladarse de un planeta a otro no soluciona nada porque dondequiera que vayamos ocurrirá lo mismo. La naturaleza de nuestro ser es espiritual y para sentirse satisfecho debe vivir en un mundo afín: el mundo espiritual al que realmente pertenece.
Lucas Santaella