Por Cristhian L. Blanc (*)
Los primeros anuncios de política económica realizados por el ministro de Economía Luis Caputo no deben interpretarse como parte de un plan de reformas estructurales, sino más bien como un paquete inicial de medidas orientado a lograr, con cierta premura, la eliminación del déficit fiscal y la aceleración de la liquidación de divisas con un consecuente aumento de reservas.
El sinceramiento del tipo de cambio es, por supuesto, sumamente impopular debido al efecto que ejerce en el nivel de precios.
El gobierno de Javier Milei decidió que el tipo de cambio oficial pasase de $400 a $800, como parte de una batería de medidas entre las cuales se encuentra la imposición de derechos de exportación del 15% a producciones de economías regionales y del 30% para el caso de exportaciones sojeras.
El esquema de liquidación de dólares de exportaciones será acorde a la regla 80-20, lo cual quiere decir que un 80% se liquidará al tipo de cambio oficial y el 20% restante a la cotización financiera “contado con liquidación”.
¿Esto es bueno o malo para las exportaciones? Quien escribe ya ha publicado en este mismo medio un artículo en contra de las retenciones a las exportaciones, y no cambia de opinión al respecto. Pero, a pesar de la imposición del 15%, la mejora cambiaria, con el esquema 80-20, al momento de escribir esta nota, deja un dólar algo mayor a $720 (previa deducción de las mencionadas retenciones), lo cual implica casi $100 más que el dólar que recibía el exportador con el esquema anterior, sin retenciones.
La mejora cambiaria podría acelerar liquidaciones y colaborar en la acumulación de reservas. Al respecto, en los primeros dos días del nuevo esquema se sumaron 600 millones de dólares a las arcas del Banco Central.
Es deseable que la imposición de retenciones sea solo transitoria entendiéndola como parte de la urgente necesidad de eliminar el déficit fiscal y que luego sean retiradas definitivamente, como parte del camino hacia una mejor inserción en el comercio internacional, con sectores exportadores competitivos y dinámicos.
Dado que, el tipo de cambio oficial estaba fuertemente atrasado, la devaluación dispuesta se entiende como un “sinceramiento cambiario”. El cual, si bien va en sintonía con la pretensión de mejora de la balanza comercial y de la acumulación de reservas, tiene su lado negativo: una aceleración inflacionaria que golpeará el poder de compra de los argentinos.
Debe comprenderse, por supuesto, que la inflación en última instancia no es culpa de la devaluación, sino que ésta última es una inevitable consecuencia de la feroz emisión monetaria previa para cubrir un déficit fiscal y cuasifiscal (del Banco Central).
Por lo tanto, el mal original es el déficit, no la devaluación. Y al efecto se tomaron medidas de reducción del gasto, tales como minimización de transferencias discrecionales a provincias, corte de erogaciones en obra pública, no renovación de empleo estatal de contratación reciente y actualización de tarifas artificialmente bajas. Por el lado de la mayor recaudación, la principal novedad es la reimposición de los derechos de exportación, más aumento del impuesto PAIS para importaciones de bienes y servicios.
Lamentablemente, y como el flamante presidente bien explicó, la política monetaria actúa con gran rezago, es decir que lo que se emitió anteriormente ejercerá sus efectos en el nivel de precios por varios meses. El presidente mencionó unos supuestos 24 meses, ¿será así? Incluso, si el déficit fiscal y cuasifiscal se eliminaran milagrosamente hoy mismo, y la emisión se redujera a cero, tendríamos inflación por mucho tiempo.
Podríamos realizar una analogía, entre suspender la emisión y el efecto rezago en el nivel de precios. Supongamos que vamos por una autopista a 100km por hora y de repente dejamos de pisar el acelerador ¿el auto se detendrá automáticamente? Pues no, seguirá marchando algunos kilómetros más, aunque perdiendo fuerza gradualmente. Lo mismo sucedería con respecto a la inflación si el Banco Central dejara de emitir dinero.
Entonces, queda claro que la gravísima irresponsabilidad fiscal del gobierno saliente llevó a una emisión monetaria desbocada.
Un famoso artículo académico del especialista Keith Carlson (1) documenta un rezago de hasta 20 trimestres. ¿Tendremos entonces 5 años de fuerte inflación? No necesariamente. Por un lado, volviendo a la analogía, el coche irá gradualmente perdiendo velocidad, y además si la política económica es consistente, responsable y genera credibilidad, el coche se detendrá más temprano que tarde.
Paciencia y fortaleza, años de irresponsabilidad en el manejo de las cuentas públicas, no son gratis. Habrá que pasar la tormenta.
(*) Economista. Profesor universitario y de nivel secundario.