Del telégrafo a Starlink: la tecnología vence el aislamiento de la Antártida

os científicos en la Antártida tienen acceso a Starlink.

El séptimo continente siempre ha sido un lugar sombrío y desconectado. El Internet por satélite de Elon Musk lo está cambiando, y la gente quiere ver cómo es la vida allí.

La Antártida ha sido durante mucho tiempo un mundo aparte. En el siglo XIX y principios del XX, cuando comenzaron las expediciones, los exploradores permanecían aislados de sus hogares durante años y dependían de los barcos que iban y venían de la civilización para llevar el correo. Estaban completamente solos y eran los únicos humanos en miles de kilómetros.
Esto dificultaba las cosas, tanto emocional como físicamente. Limitados a los suministros que tenían a mano, los exploradores estaban limitados en los experimentos científicos que podían llevar a cabo. No podían enviar un SOS si necesitaban ayuda (lo que ocurría con bastante frecuencia). Además, como muchos de ellos dependían de la publicidad para financiarse, no podían dar a conocer al mundo lo que estaban haciendo.
En 1911, una expedición australiana dirigida por Douglas Mawson fue la primera en llevar una antena al continente e intentar transmitir y recibir señales inalámbricas. Pero, aunque Mawson pudo enviar algunos mensajes durante la primera temporada del equipo, nunca recibió ninguno de vuelta, por lo que no sabía si el suyo había tenido éxito.
Aunque las telecomunicaciones antárticas no han dejado de mejorar desde que se establecieron las primeras bases permanentes, muchas décadas después del malogrado viaje de Mawson, la vida en el hielo siempre se ha caracterizado por cierto nivel de desconexión. Y como la vida en casa se ha vuelto cada vez más dependiente de la conexión constante, las actualizaciones instantáneas, el streaming y los algoritmos, vivir en la Antártida se ha visto como un descanso -para bien y para mal- de todo el ajetreo digital.
Pero ahora se vislumbra el fin de esa larga disparidad. Starlink, la constelación de satélites desarrollada por SpaceX, la empresa de Elon Musk, para dar servicio al mundo con Internet de banda ancha de alta velocidad, ha llegado a la Antártida, trayendo consigo por fin el tipo de conectividad del que disfruta el mundo más allá del hielo.

Noticias del hielo
Las historias de las primeras expediciones a la Antártida eran tan escasas que se convirtieron en un producto muy codiciado: los periódicos pagaban mucho dinero por esas crónicas.
Ahora son habituales los videos, los mensajes y las videollamadas, tanto de la gente destinada en las bases antárticas y los campamentos de campaña como del creciente número de turistas que llegan en barco.
Pero la gente siempre ha estado ávida de noticias sobre la vida en la Antártida. En los primeros tiempos, las actualizaciones periódicas sobre las hazañas en los vientos polares eran la forma perfecta de captar la atención de la prensa, clave para conseguir la financiación necesaria para las enormes expediciones privadas de principios del siglo XX.
Las comunicaciones se limitaban apenas al telégrafo. Luego las comunicaciones diarias entre las bases y el continente se hicieron posibles gracias a los radioaficionados.
Pero los hombres que querían hablar en privado con sus seres queridos en casa tenían opciones limitadas. El correo físico podía ir y venir en los barcos unas pocas veces al año, o podían enviar costosos telegramas por radio, limitados a 100 palabras.
Poco a poco las expediciones antárticas mejoraron su capacidad de comunicación. Aparecieron las máquinas de télex, que fue el predecesor del fax. Aunque reservado para uso militar, permitía enviar textos a través de ondas de radio para enlazar con un sistema basado en líneas telefónicas en tierra.

Tiempos de cambio
Hoy, vistas desde el aire, las estaciones de la Antártida están rodeadas de enormes cúpulas de radio que salpican el paisaje. En su interior se encuentran las antenas parabólicas que rastrean los satélites de los que dependen las estaciones.
Los primeros satélites, gestionados por la Inmarsat, entraron en funcionamiento a principios de la década de 1980 y supusieron una enorme mejora de la transmisión por radio. Aunque brindaba sus servicios solo a las bases de EE.UU. y Australia. La red de Inmarsat ofrecía cobertura hasta los 75º de latitud, 9º al sur del círculo polar antártico. Además, permitía un servicio de alta calidad a cualquier hora del día o de la noche, sin verse afectado por las perturbaciones atmosféricas.
A fines de los años 90 entró en funcionamiento la constelación Iridium de satélites de órbita baja. Estos satélites se lanzaron a órbitas polares y proporcionaron un servicio continuo a toda la Antártida. La telefonía por satélite y el correo electrónico sustituyeron rápidamente a la radio como mejor medio para hablar con los familiares. Pero los trabajadores temporales seguían teniendo que compartir una conexión a Internet con una mísera capacidad de 17 megabits por segundo, accesible sólo por unos pocos cables Ethernet muy demandados. Las llamadas telefónicas, aunque posibles, seguían siendo incómodamente caras, y las videollamadas casi imposibles.
Ahora, la revolución de los satélites ha dado su siguiente paso. La temporada 2022-23 en la Antártida trajo consigo un emocionante avance para los que están en el hielo: la primera prueba de la conexión por satélite Starlink de SpaceX.

Dólares y difusión
Su introducción significa que incluso las zonas más remotas de la región –donde se lleva a cabo una gran cantidad de importante trabajo científico– están cada vez más conectadas.
Las primeras pruebas fueron gratuitas, pero para la temporada de verano 2023-’24, algunos campamentos están pagando 250 dólares al mes por 50 gigabytes o 1.000 dólares por un terabyte, junto con una tarifa plana de 2.500 dólares por el terminal.
El equipo dispone ahora de un enlace fácil con el mundo, que permite a los participantes, entre otras cosas, enviar fotos del tiempo a los pilotos de transporte e intercambiar hojas de cálculo con directores de logística remotos. Y, lo que es más importante, ha ayudado a los científicos de las bases a comunicar su trabajo al público.

Ancho de banda en el hielo
El siguiente paso para abrir las comunicaciones antárticas podría ser la propuesta de un cable submarino de fibra óptica. Costaría más de 200 millones de dólares, pero supondría una gran ayuda para todos los países con programas antárticos y la ciencia que llevan a cabo.
También haría de la Antártida un lugar aún más popular para los turistas. En 2023, el número de visitantes superaba en un 40% los niveles anteriores a la pandemia. Se espera que más de 100.000 personas la visiten este año, principalmente en cruceros.
Cada vez son más las personas que incluso intentan trabajar a distancia desde cruceros antárticos. Aunque la conexión en la mayoría de los barcos es demasiado cara y poco fiable para las llamadas de Zoom.
No obstante, algunos de los que viven en el hielo son partidarios de que la experiencia sea lo menos tecnológica posible. Mientras que las redes sociales pueden tener sus tentáculos envueltos en el resto del mundo, la Antártida ha estado, hasta cierto punto, a salvo hasta ahora.

El pionero entrerriano
Por suerte, hasta ahora parece que Starlink no ha alterado la atmósfera especial de los puestos avanzados de la Antártida. Aun así, los residentes habituales quieren asegurarse de que la llegada de Internet de alta velocidad no cambie demasiado las cosas con el paso del tiempo.
En cualquier caso, la Antártida siempre será un lugar mágico, aunque ya no esté aislada de la comunicación con el resto del mundo.
Desde que Robert Scott y Ernest Shackleton publicaron sus exitosos libros, uno de sus mayores recursos naturales han sido sus historias: pingüinos, grietas, historias de aventuras y espectáculos naturales. Y aunque ir allí ya no significa salir del tiempo y adentrarse en otro mundo, ninguna actualización de las telecomunicaciones puede cambiar la naturaleza del lugar ni las emociones que despierta.
Los mismos vientos intensos siguen soplando donde vivieron los hombres del general entrerriano Hernán Pujato, quien en 1951, lideró la Primera Expedición Científica a la Antártida, inauguró la Base General San Martín e izó por primera vez la bandera nacional al sur del círculo polar antártico.
El mismo sol sigue colgado del cielo durante seis meses de luz interminable, y los picos helados de la cordillera “Diamante” (bautizada por Pujato en honor a su ciudad natal) y el solitario nunataks “Entre Ríos” siguen ejerciendo una atracción inexplicable sobre los corazones y las mentes humanas.
Sólo que ahora se puede compartir la magia libremente con todos en casa, sin demora.