Cuando la vida ya no es como antes

Señor director:
Cuando la vida ya no es como antes, todo cambia: el alma se inquieta, la mente se rebela y suena la alarma. Cuando el destino modifica su rumbo y uno lo descubre, se ven las cosas como por primera vez. Entonces todo parece distinto y debido al sobresalto que provoca hasta lo más sagrado se cuestiona. Es como si la vida, tal como fuera concebida antes, cambiara de rostro para provocar inquietudes más realistas que, al revisarlas, evidencian una percepción errada. De ahí en adelante, ¿cómo conciliar las viejas nociones con la nueva realidad? Si se nota que todo el saber acumulado en el pasado empacha, lo que sigue es vomitar.
Si comprobamos que la vida ya no es como antes, ¿de qué sirve mantener la anterior mentalidad? Si es obvio que todo es diferente, ¿por qué ignorar la nueva realidad? ¿Qué hace suponer que vagar por las vías de lo convencional es mejor que recorrer caminos que den acceso a lo esencial?
¿Vale la pena seguir mirando para atrás? ¿Hay algo más importante en la vida que ser libre y conservar la libertad? ¿Será correcto lo que uno dice solo porque los otros aprueban su manera de pensar? Cuando se pertenece a una entidad cualquiera, pensar por uno mismo es impensable. Sin embargo, el hábito de confiar ciegamente en lo que otros dicen puede llegar a ser tan perjudicial que uno inhiba su capacidad de discernir y consienta claudicar.
Cuando la partitura de la filosofía perenne suena distinta en los oídos, y la semejanza con el sentir del momento es tan escasa como la que habría si uno fuera sordo, quizás sea porque la vida de uno se busca a sí misma en una nueva dimensión ignorada en la que nos corresponde situarnos.
¿En qué punto del camino está uno cuando duda sin querer dudar, o se lamenta sin querer hacerlo? ¿Qué ocurre cuando las palabras ya no dicen lo que solían decir, o cuando la voluntad de entenderlas se divide en conclusiones contradictorias?
Cuando la esperanza reemplaza a la inseguridad, todo es como debe ser (aunque la mente escéptica piense lo contrario). En momentos de gran inspiración resulta posible lo imposible, pero en la vida loca pensar complica, hablar falsea, y opinar confunde. En la profunda ignorancia, tanto el hacer como el omitir es errado. En cambio, en el seno de la luz todo es acertado. Cuando uno suprime de su vida el “quiero” y el “no quiero”, se encuentra a sí mismo en lo esencial y descubre que la paz brota de la ecuanimidad, florece en la intimidad y fructifica en la continuidad del buen hacer.
La angustiante situación histórica que se vive ahora exige sustanciales cambios radicales en el modo de pensar y de actuar. Tales cambios implican transformar profundamente la conciencia, operando directamente desde el claro e inequívoco entendimiento de las cosas logrado a la luz de la verdad.

Lucas Santaella