Conspiraciones

David Bueno

Una encuesta realizada a casi 10.000 estadounidenses indica que más de una tercera parte de su población cree en las teorías conspirativas sobre el origen del Covid-19. La pandemia ha generado falsas creencias como ésta, aunque hayan sido desmentidas en trabajos científicos. Un par de trabajos publicados por investigadores estadounidenses e ingleses en el Journal of the American Medical Association y el British Medical Journal, respectivamente, contribuyen a entender el motivo de esta aparente paradoja. Según indican, la clave se puede encontrar en la falta de cultura científica combinada con la poca eficiencia de uso de la corteza prefrontal del cerebro, que es donde se generan las llamadas funciones ejecutivas. Esto dificulta que valoremos y contrastemos lo suficiente y de manera reflexiva las informaciones contradictorias y complejas que nos llegan. Y, en estas condiciones, las falsas creencias, por el hecho de no ser reflexivas, se adoptan y se mantienen con más facilidad. Según esta misma encuesta, el 48% de los estadounidenses adultos que no tienen estudios postobligatorios creen en la teoría de la conspiración en cuanto al origen del virus. En contraste, entre los que tienen estudios postobligatorios, sólo el 15% lo cree. Entonces, un elemento clave para disminuir la incidencia de las falsas creencias es incrementar el nivel de cultural. En cuanto a la corteza prefrontal, allí residen las redes neuronales implicadas en las funciones ejecutivas, que incluyen la capacidad de planificar, reflexionar, tomar decisiones y de gestionar las emociones para alcanzar las metas que nos fijamos. Se sabe que un sistema educativo que permita profundizar en el método científico y en los razonamientos filosóficos contribuye a fortalecer estas redes neuronales. Por otra parte, se conocen patologías cerebrales en las que estas conexiones están dañadas, como en la demencia frontotemporal, cuya consecuencia más visible es la generación falsas creencias en los afectados. Teniendo en cuenta que el hecho de tener falsas creencias no es una patología, sino que es una variabilidad de cualquier población, los autores concluyen que una eficiencia baja en el uso de las funciones ejecutivas favorece las falsas creencias. El sistema educativo debe brindar una base de conocimiento, pero también la capacidad de razonar y reflexionar.