Con el Domingo de Ramos se inició la Semana Santa

La ceremonia se inició ante la pirámide de la plaza Ramírez.

En la oportunidad, se efectuó la tradicional bendición de los ramos.

Con la tradicional litúrgica del Domingo de Ramos, los cristianos empezaron a vivir la Semana Santa, festividad que marca el fin de la Cuaresma y evoca la Pasión y Muerte de Jesús y que concluirá con la Pascua de Resurrección.
En este marco, numerosos fieles acudieron ayer a las parroquias y las capillas para asistir con las ramas de olivo en las manos a su posterior bendición.
En la Basílica Inmaculada Concepción, el punto de concentración fue la pirámide de la plaza General Francisco Ramírez. Allí se ubicó el cura párroco, presbítero Oscar Menescardi, encargado de impartir la bendición e invitar al pueblo religioso a efectuar la procesión desde el principal paseo público hasta el templo mayor de Concepción del Uruguay, donde se ofició luego la Eucaristía.
El Domingo de Ramos es la primera festividad de la Semana Santa, así como el día en el que finaliza la Cuaresma, que comienza con el Miércoles de Ceniza en febrero.
Se conmemora así lo descrito en los evangelios: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aclamado por una multitud como el Mesías. Sus seguidores lo recibieron al grito de “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”
El ramo de olivo es un símbolo de paz de larga data que antecede al cristianismo -ya era un objeto precioso en las Antiguas Roma y Grecia, donde era el máximo premio de los Juegos Olímpicos-, pero que, también, tiene destacadas apariciones en la Biblia.
El olivo también aparece en el Libro bíblico del Génesis, cuando, tras el diluvio, Noé envió una paloma a buscar tierra firme y supo que podría desembarcar su Arca cuando el ave regresó con una hoja de olivo en el pico. En el Domingo de Ramos, los olivos proliferan y los fieles se apresuran a colocar sus ramas en cuadros litúrgicos o cerca de símbolos sagrados para conferirles el significado religioso. A su vez, muchos cristianos también realizan pequeños crucifijos con hojas de palma, otro de los elementos que los antiguos habitantes de Jerusalén arrojaron a los pies de Jesús.

Los fieles se trasladaron en procesión hasta la Basílica.