Comprender y hacer ajustes

Señor director:
Comprender es tener una idea clara de las cosas, vale decir penetrar en el real significado de todo lo que ocurre. En los tiempos que corren estamos obligados a ejercitar la comprensión más que nunca. La complejidad de los innumerables contratiempos causados por la pandemia –para los que nadie estaba preparado– así lo exige.
Para no trastornarse psíquicamente, es necesario usar la imaginación. La meditación, las caminatas, la jardinería, las cosas sencillas y la rutina de ejercicio en casa, benefician la salud mental. Conectarse con la familia y los amigos ayuda. Tener a alguien con quien hablar es vital. Ahora es imperativo llevar una vida sana, consumir lo que refuerce las defensas, no hablar con otros sin mascarillas, higienizar continuamente las manos, y abstenerse de todo lo que contamine la conciencia o conduzca a la promiscuidad.
Dado que nuestro centro de operaciones es la mente, todo lo que en ella se cocina tiene que ver con lo que se escucha (dime que escuchas y te diré qué piensas; dime qué piensas y te diré qué vas a hacer; dime que vas a hacer y te diré qué te espera). Estamos bombardeados de noticias, y tanto las falsas como las ciertas son deprimentes. ¿Qué hacer? Día tras día, los anteriores esquemas mentales y patrones de conducta pierden vigencia. Es imperativo que nuestra postura ante la vida sea revisada y reformada.
En su conjunto, la vida humana está hecha de interiorizaciones selectivas, en las que la persona se encuentra a sí misma a medida que consolida su crecimiento personal. Si el riesgo de contagio y el peligro de muerte nos ponen en crisis, debemos preguntarnos qué es lo que realmente tiene valor en la vida, es decir, si además de procurar el bienestar, hay algo más que deberíamos saber para que la desazón, el miedo, la angustia y el enojo no distorsione nuestra visión correcta de las cosas. La vida, al igual que la luna, tiene dos caras, una ya sabemos cómo es, la otra apenas la intuimos. Para conocer ambas por igual necesitamos desarrollar plenamente la conciencia. Si supiéramos a ciencia cierta que cuando el cuerpo muere la vida continúa, nuestra comprensión de la realidad que nos constituye se ampliaría, y al interesarnos en conocerla más a fondo nos toparíamos con el mundo espiritual, nuestro verdadero lugar de procedencia, olvidado debido a la amnesia contraída al revestirnos de un cuerpo material, y con el que nos identificamos de por vida. Para descifrar el misterio de lo que llamamos “vida” podemos recurrir a la lógica. La naturaleza es dual (frío, calor; bueno, malo; masculino, femenino; blanco, negro; luz, oscuridad; etc.), lo cual indica que cada cosa tiene su opuesto. Por lo tanto, así como existe un mundo temporal, también debe existir un mundo no temporal, donde no exista la muerte. No verlo, o no haberlo experimentado, no significa que no exista.
Lucas Santaella