Comprender en vez de condenar

Señor director:
El todos contra todos está ocurriendo cada día que pasa. Los estallidos sociales se multiplican, y ninguna institución o gobierno alguno puede frenarlas y aún menos conducirlas a buen puerto. Mientras soplan vientos de guerra por todas partes, la vieja Europa levanta el confinamiento y permite a su gente que abran bares, restaurantes y museos, en un intento de poner en marcha lo que ya no puede ser como antes, intuyendo que quizás este sea el último verano de relativa tranquilidad, ya que tal como están las cosas cuesta imaginar que puedan recuperar su añorada “normalidad” magnificada en el recuerdo durante los largos meses de estresante “anormalidad”.
Con no poco derroche de palabras y argumentos, algunos analistas exponen sus puntos de vista a través de los periódicos en crónicas que pocos entienden y menos leen por estar cansados de retórica. La gente está harta de incongruencias y malas experiencias con la decepcionante gestión de los políticos y también con su propia y fallida manera de entender las cosas. En estos días hay mucha confusión y nadie sabe a qué atenerse.
La gente está muy cansada de escuchar mentiras y anhela una vida llena de verdad para vivirla en su fuero interno y en la diaria relación con su entorno, pero mientras eso no ocurre, la frustración los empuja a comportamientos disparatados que ellos mismos aborrecen sin saber cómo evitarlos o, peor aún, exigiendo a otros (compañeros, sociedad, gobiernos) todo lo que ellos no consiguen entender, soportar, o resolver.
Todos sabemos que el mundo ha cambiado, lo que falta saber es la verdadera causa del desmadre implícito en el cambio y de la expansiva esquizofrenia que padece tanta gente. A esta altura del camino, cabe preguntarse: ¿Hacia dónde hay que mirar para encontrar señales de fundamentada esperanza para que el flagelo de los malos tiempos vividos produzca un efecto positivo en el ánimo y conciencia de cada uno de nosotros? Para no complicarnos desojando la margarita deberemos mirar adentro. Mirar afuera marea y desconcierta. Lo de afuera es un panorama devastador producido por el desorden interior. Somos seres espirituales, no máquinas pensantes.
Lo que importa en la vida es saber diferenciar lo tangible de lo intangible y despertar la conciencia de lo que realmente somos más allá del tiempo y el espacio. Pero como antes de poder asomarnos al cielo tenemos que dominar los asuntos terrenales, la vida nos fuerza a cultivar el arte de armonizar con las leyes naturales, a fin de transformar cada vivencia en pauta válida de autogobierno personal. Con solo comprender en vez de condenar, estaremos en la vía de la humanización de las relaciones humanas. La comprensión se ve favorecida por el buen pensar, la introspección, la conciencia de la complejidad humana, la apertura subjetiva hacia los demás y la interiorización de la tolerancia.

Lucas Santaella