Se realizó en el Teatro Odeón, mediante el kinetoscopio, aparato predecesor al proyector.
Aunque hay varias versiones, la más difundida es la que tuvo lugar en el porteño Teatro Odeón, el 18 de julio de 1896. Allí, en el edificio de Esmeralda y avenida Corrientes, se exhibieron cortometrajes de los hermanos Lumière, mediante un kinetoscopio: el predecesor del proyector. Los encargados de hacer llegar las películas fueron Francisco Pastor y el periodista español Eustaquio Pellicer, quien sería fundador de la revista Caras y Caretas.
Las primeras proyecciones en Francia habían sido apenas unos meses antes, en diciembre de 1895. Al evento del 18 de julio en el Teatro Odeón asistieron Henri Lepage, un barón belga dueño de un local de fotografía que se ubicaba a una cuadra del Colegio Nacional de Buenos Aires; y Max Glücksmann, un austro-húngaro que se instaló en Buenos Aires en 1890, y quien se unió a Lepage en su comercio, convirtiéndose en los primeros en ingresar al país filmadoras y proyectores junto a Eugenio Py, un fotógrafo y empresario francés radicado en la Argentina.
El Odeón fue el lugar elegido para que la sociedad pudiera ver de qué se trataba aquello de las imágenes animadas. Toda clase de público asistió durante los primeros meses a las funciones de cinematógrafo, desde grupos de escolares hasta el presidente Carlos Pellegrini quien, según las crónicas, “quedó subyugado por el encanto de las vistas”. El suceso fue tan grande que los impulsó a contactarse nuevamente con los Lumière, para la compra de sus aparatos. Sin embargo, no lograron ponerse de acuerdo con ellos. Finalmente, se importaron un cronofotógrafo Elgé de Gaumont-Demeny y un cinematógrafo Pathé.