Las mujeres científicas tienen menos probabilidades de recibir crédito de autoría o de ser nombradas en patentes relacionadas con el trabajo que realizan en comparación con sus homólogos masculinos, incluso en campos como la atención médica, donde las mujeres dominan. Esa es la conclusión de un estudio realizado en 52 universidades y publicado en la revista científica Nature. Esta brecha de género puede ayudar a explicar las disparidades bien documentadas, como la de Rosalind Franklin, cuya contribución fundamental al descubrimiento de la estructura del ADN inicialmente no fue reconocida porque no fue mencionada en un artículo crucial publicado… en la misma revista Nature. Desde hace tiempo se sabe que las mujeres publican y patentan a un ritmo menor que los hombres. Pero nadie sabía por qué. La nueva investigación analizó datos administrativos sobre proyectos de investigación realizados en 52 universidades entre 2013 y 2016. Compararon información sobre 128.859 científicos con 39.426 artículos de revistas y 7.675 patentes, observando qué personas que trabajaron en proyectos individuales recibieron crédito y cuáles no.
El estudio demuestra que el bochornoso caso de Rosalind Franklin estuvo lejos de ser el único. En promedio, en todos los campos de trabajo los hombres tienen más del doble de probabilidades de ser nombrados en un artículo científico o patente por su equipo de investigación que las mujeres. Esta brecha se observó en disciplinas dominadas por mujeres, como la salud, así como en las dominadas por hombres, como la ingeniería, y fue particularmente evidente durante las primeras etapas de las carreras de las mujeres. Por ejemplo, solo 15 de cada 100 mujeres posgraduadas fueron nombradas como autoras en una publicación, en comparación con 21 de cada 100 de sus pares masculinos. Esa brecha acaba disuadiendo a muchas mujeres jóvenes a dedicarse a la ciencia como carrera.
De las mujeres, el 43% informó haber sido excluida de una publicación, en comparación con el 36% de los hombres. La explicación más común en los hombres fue que otros habían subestimado su contribución, sin embargo, las mujeres tenían el doble de probabilidades de citar la discriminación o el sesgo como explicación.
La disparidad de género en el mundo académico es una aberración tan cruel y dañina como evidente: en Argentina, la mayoría de las mujeres están en los primeros escalafones, mientras que los puestos jerárquicos lo ocupan los hombres. Por caso, hay un 80% de varones que se desempeñan como investigadores superiores.