Caseros (Parte III)

Por José Antonio Artusi (*)

Según expresa Eduardo Conesa, “en nuestro país, en el decenio de 1820, bajo la presidencial del liberal Bernardino Rivadavia, un entusiasta de los economistas ingleses de la época, hubo un intento frustrado de establecer este sistema, por la vía del derecho de enfiteusis. Se trataba de un arrendamiento a largo plazo que hacía el Estado de la abundante tierra fiscal. El largo plazo pactado en los contratos tenía el propósito de estimular al arrendatario o enfiteuta a invertir en mejoras. El Estado arrendaba la tierra fiscal a cambio del pago de un canon anual por parte del enfiteuta. Este canon hacía las veces de un impuesto. Con el advenimiento de la dictadura de Rosas en los dos siguientes decenios, el sistema fracasó, y fue definitivamente abandonado en el decenio de 1850”. Además, Conesa considera que la “omisión de un impuesto liberal a la tierra libre de mejoras” es la principal objeción a formular a la Generación del 80; y  –tras recordar el frustrado proyecto del Presidente Roque Saenz Peña–, señala no obstante que “muchos otros brillantes hombres de la gloriosa generación de 1880 defendieron esta idea progresista”, pero aclara que “en rigor se remonta al decenio de 1820 cuando la propuso el ilustrado y entusiasta de la naciente ciencia de la Economía Política… Bernardino Rivadavia con su ley de enfiteusis”. Evidentemente, ningún país del mundo estaba en ese entonces, en condiciones de llevar adelante una reforma de ese tipo en toda su dimensión y alcance, mucho menos la Argentina anárquica y desarticulada de aquel momento.

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Veamos ahora el papel de Rosas en esta cuestión. Recurrimos para ello a los datos y consideraciones de Horacio Giberti: “Teóricamente la ley se proponía una distribución racional de la tierra, una diversificación de la producción rural, fomentando la agricultura y la creación de una nueva clase media que enfrentara a la oligarquía terrateniente. Pero al ser llevada a la práctica esta ley produjo su propia negación: no fueron los inmigrantes labriegos, con los que soñaba utópicamente Rivadavia, quienes se repartían la tierra, sino precisamente la gran oligarquía terrateniente y hacendada… Basta leer la lista de enfiteutas para comprobarlo… Los inmigrantes que quería Rivadavia, por supuesto, no llegaron nunca a ocupar esas tierras. Es fácil prever cómo se sabotearía el proyecto de inmigración, si observamos que la comisión para organizar la contratación de inmigrantes europeos –creada por decreto de Rivadavia del año 1824– estaba presidida por el primo de Anchorena, Juan Pedro Aguirre, e integrada entre otros por el propio Juan Manuel de Rosas. En un debate de la Legislatura llevado a cabo en enero de 1829, el general Viamonte combatió la cláusula de la ley que prohibía a los enfiteutas adquirir nuevas tierras… Tomás de Anchorena sostuvo el proyecto de reforma en el sentido en que lo promulgaba Viamonte. De este modo la ley de enfiteusis perdía hasta su último rasgo progresista, para convertirse lisa y llanamente en el gran negociado de la burguesía terrateniente bonaerense… Durante el gobierno de Rosas no le resultaría muy difícil a esta misma oligarquía, que seguía vinculada al gobierno, conseguir que éste les concediera la propiedad privada de las tierras que les habían sido entregadas en carácter de enfiteusis. El despojo quedaba de ese modo legalizado. En 1837 vencían los diez años de plazo otorgado a la enfiteusis: se aumentaba a partir de entonces el canon al doble. El gobierno de Rosas, mediante un decreto del 19 de mayo de 1836, vendió 1.427 leguas –de las otorgadas en enfiteusis– a 253 adquirentes…”.

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Emilio Coni publicó en 1927 un trabajo en el que señala, en relación a la ley de enfiteusis, que “dos hombres solamente la habían estudiado, y superficialmente, Andrés Lamas, panegirista de Rivadavia, y Nicolás Avellaneda…” y resalta la “opinión francamente contraria a la enfiteusis de todos los hombres de valor que actuaron después de Caseros y que habían sido testigos del sistema. Mitre, Sarmiento, Tejedor, Alberdi y Vélez Sarsfield, por no citar sino a los principales, fustigaron a la enfiteusis con frases lapidarias y la calificaron de perniciosa”. Es evidente que aquella reforma rivadaviana fracasó estrepitosamente, por diversas razones que tuvieron que ver con su tergiversación y no con los principios y marco teórico que la inspiraron, pero de todas maneras el nombre de la enfiteusis quedó desprestigiado, y probablemente además muchos de los gobernantes posteriores a Caseros no entendieron su verdadera significación y alcance.

(*) Arquitecto Especialista en Planificación Urbano Territorial, integra la Cátedra de Planificación Urbanística de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCU. Diputado Provincial (UCR) 2007-2011 y 2015-2019.