Candela Giarda sobrevivió a los 10 años a una rara enfermedad. El cura José Dabusti junto a su madre le encomendó el destino de la niña a Juan Pablo I. Poco después Candela se recuperó. El Vaticano lo reconoció como un milagro y ahora Francisco inició el camino de su canonización.
La curación de una niña entrerriana que tenía 11 años en 2011 y cuya familia esperaba un desenlace fatal, es el “milagro reconocido por el papa Francisco” que posibilitará la beatificación de Albino Luciani, quien condujo a la Iglesia católica durante sólo 33 días con el nombre de Juan Pablo I.
Candela Giarda se llama la niña que a partir del 23 de julio de 2011 comenzó a revertir, de pronto y sin explicaciones médicas, un cuadro severo que incluía “encefalopatía inflamatoria aguda severa, enfermedad epiléptica refractaria maligna, shock séptico”.
El cuadro clínico de la niña era muy grave, caracterizado por numerosas crisis epilépticas diarias y un estado séptico causado por una bronconeumonía. Los médicos que la atendían le habían informado a la familia que ya no había nada para hacer.
En la noche del 22 de julio, su madre habló con el sacerdote de la parroquia del hospital de Paraná donde estaba internada Candela y el religioso le dijo que encomendaría su vida a Juan Pablo I, en quien depositaba su fe.
“Una médica me abrazó y me dijo que Candela no pasaría de esa noche. Por eso fui a la parroquia a buscar al padre José y le pedí que fuera a verla, porque estaba muy grave”, cuenta Roxana, la madre de Candela. “Yo en ese momento no sabía quién era, pero tenía fe y estaba segura que Candela no iba a morir”, recuerda.
Era el recordado “papa de la sonrisa” y su figura lo había marcado en su vocación sacerdotal. Algunas enfermeras se sumaron a la oración.
Proceso de beatifiación
El Vaticano informó este miércoles que el papa Francisco abrió el camino para la beatificación de Juan Pablo I, al autorizar el dictado de un decreto que reconoce como milagro “la intercesión de ese pontífice” en la curación de aquella niña de Paraná que actualmente goza de buena salud.
Hace tres años Francisco había reconocido las “virtudes heroicas” de Juan Pablo I, y lo dejó a las puertas de la posibilidad de convertirse en beato, el paso previo a la santidad.
La muerte de Luciani, elegido el 26 de agosto de 1978 como el Papa número 263, siempre estuvo rodeada de hipótesis diversas, hasta que recientemente documentos oficiales confirmaron su deceso a causa de un infarto el 28 de septiembre del mismo año.
Hoy, Candela vive junto a su madre y una hermana en Paraná. Lleva una vida normal, estudiando y sin medicación. Está en condiciones, incluso, de presenciar en Roma la beatificación de Juan Pablo I, el papa al que su madre y el padre José Dabusti le rezaron para pedir su curación. Ella y su madre presentarán las reliquias del beato en el altar, ante Francisco.