Por Juan Martín Garay (*)
En el Te Deum por el 25 de mayo que ofició el Obispo Monseñor Héctor Luis Zordán en nuestra ciudad, nos habló, entre varios conceptos, sobre la necesidad de una arquitectura y artesanía de la paz para construir entre todos la Nación que tanto deseamos. Una cuestión clave expresada por el Papa Francisco en la Carta Encíclica “Fratelli Tutti” (sobre la Fraternidad y la Amistad Social).
El camino hacia la paz
En “Fratelli Tutti”, Francisco nos interpela al respecto con gran acierto, prestemos atención a la claridad conceptual: “El camino hacia la paz no implica homogeneizar la sociedad, pero sí nos permite trabajar juntos. Puede unir a muchos en pos de búsquedas comunes donde todos ganan. Frente a un determinado objetivo común, se podrán aportar diferentes propuestas técnicas, distintas experiencias, y trabajar por el bien común. Es necesario tratar de identificar bien los problemas que atraviesa una sociedad para aceptar que existen diferentes maneras de mirar las dificultades y de resolverlas. El camino hacia una mejor convivencia implica siempre reconocer la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima, al menos en parte, algo que pueda ser rescatado, aun cuando se haya equivocado o haya actuado mal. Porque «nunca se debe encasillar al otro por lo que pudo decir o hacer, sino que debe ser considerado por la promesa que lleva dentro de él», promesa que deja siempre un resquicio de esperanza. […] La verdadera reconciliación se alcanza de manera proactiva, «formando una nueva sociedad basada en el servicio a los demás, más que en el deseo de dominar; una sociedad basada en compartir con otros lo que uno posee, más que en la lucha egoísta de cada uno por la mayor riqueza posible; una sociedad en la que el valor de estar juntos como seres humanos es definitivamente más importante que cualquier grupo menor, sea este la familia, la nación, la raza o la cultura». […] El esfuerzo duro por superar lo que nos divide sin perder la identidad de cada uno, supone que en todos permanezca vivo un básico sentimiento de pertenencia. Porque «nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos. […] En las familias todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven. Se pelean, pero hay algo que no se mueve: ese lazo familiar. Las peleas de familia son reconciliaciones después. Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia! Si pudiéramos lograr ver al oponente político o al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas, esposos, padres o madres, qué bueno sería. […] Los procesos efectivos de una paz duradera son ante todo transformaciones artesanales obradas por los pueblos, donde cada ser humano puede ser un fermento eficaz con su estilo de vida cotidiana. Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos. Entonces «cada uno juega un papel fundamental en un único proyecto creador, para escribir una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación». Hay una “arquitectura” de la paz, donde intervienen las diversas instituciones de la sociedad, cada una desde su competencia, pero hay también una “artesanía” de la paz que nos involucra a todos. A partir de diversos procesos de paz que se desarrollaron en distintos lugares del mundo «hemos aprendido que estos caminos de pacificación, de primacía de la razón sobre la venganza, de delicada armonía entre la política y el derecho, no pueden obviar los procesos de la gente. No se alcanzan con el diseño de marcos normativos y arreglos institucionales entre grupos políticos o económicos de buena voluntad. […] Además, siempre es rico incorporar en nuestros procesos de paz la experiencia de sectores que, en muchas ocasiones, han sido invisibilizados, para que sean precisamente las comunidades quienes coloreen los procesos de memoria colectiva». […] No hay punto final en la construcción de la paz social de un país, sino que es «una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos. Trabajo que nos pide no decaer en el esfuerzo por construir la unidad de la nación y, a pesar de los obstáculos, diferencias y distintos enfoques sobre la manera de lograr la convivencia pacífica, persistir en la lucha para favorecer la cultura del encuentro, que exige colocar en el centro de toda acción política, social y económica, a la persona humana, su altísima dignidad, y el respeto por el bien común. Que este esfuerzo nos haga huir de toda tentación de venganza y búsqueda de intereses sólo particulares y a corto plazo». Las manifestaciones públicas violentas, de un lado o de otro, no ayudan a encontrar caminos de salida. Sobre todo porque, cuando se alientan «movilizaciones ciudadanas no siempre aparecen claros sus orígenes y objetivos, hay ciertas formas de manipulación política y se han percibido apropiaciones a favor de intereses particulares»”.
La unidad en la diversidad
Enfrentamos un tiempo complejo con ciertas particularidades. Lamentablemente la crisis de representatividad política demuestra actualmente discusiones insanas por parte de algunos sectores carentes de proyectos reales y a largo plazo para el desarrollo, que se sustentan en acciones que tienen como inconfesable objetivo el de la destrucción del otro como único recurso, con descalificaciones casi constantes que motorizan un estado permanente de cuestionamientos innecesarios. Lo más triste es que en el medio queda siempre la gente y sus problemas irresueltos.
Ante ciertas expresiones, debemos tener cuidado porque muchas veces las voces que se erigen para la defensa de intereses comunes, que representan al conjunto de un pueblo en movimiento, suelen ser disfrazadas de racionales pero en realidad buscan todo lo contrario, sólo pretenden la defensa de intereses personales y sectarios de poder y riqueza. Más que ser generosos, pretenden no perder lo que se tiene.
Por eso la edificación de una comunidad más justa y solidaria deberá partir de la aceptación del otro, creciendo en actitudes de respeto, tomando conciencia de nuestras debilidades para afrontar ese horizonte con la mayor responsabilidad posible. La unidad en la diversidad implica darnos la oportunidad de poder ser más fraternales del diálogo y así fortalecer la vida en democracia. La clave siempre es la esperanza de construir una comunidad más justa. El único precepto a respetar debe ser ese fundamentalmente, el respeto.
La identidad nacional
Necesitamos del compromiso no sólo de la dirigencia toda, sino de la sociedad en su conjunto como partes de un todo cada vez más complejo. En este tiempo construir una identidad nacional es una necesidad. Por eso, superar los desencuentros y fortalecer los lazos de pertenencia solidaria a la comunidad es el mayor desafío por delante que nos permita avanzar sobre las diferencias y los enfrentamientos estériles. Necesitamos de una férrea identidad que contenga a las diversas opiniones y expresiones, pues todos somos distintos en este suelo y pensamos también de distinta manera.
Acortar distancia
Acortar distancias entre semejantes, por más distintos que seamos, bajo un proyecto nacional con grandes objetivos para el desarrollo sostenible, nos permitirá disminuir las diferencias entre nosotros para remar mar adentro hacia un horizonte de esperanza. Porque sólo podremos lograr una paz verdadera si logramos luchar por esa Justicia Social que tanto anhelamos a través del diálogo y el encuentro, para que desde las “arquitecturas y artesanías” construyamos la tan necesaria reconciliación y el desarrollo mutuo para dar respuesta a los verdaderos problemas coyunturales de este tiempo.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.