El ministro de Economía, Martín Guzmán, durante los últimos 15 días lanzó una serie de guiños al Fondo Monetario Internacional (FMI), en momentos en que una misión está en el país, con el objetivo de acordar un nuevo programa que estabilice el mercado financiero, restablezca la confianza y refuerce las debilitadas reservas del Banco Central.
Guzmán ya les había adelantado su intención a los líderes empresariales en la reunión con la Asociación Empresaria Argentina (AEA) de hace dos semanas: para 2021 buscará que el déficit fiscal sea menor al 4,5 por ciento del PBI que presentó en el proyecto de presupuesto: la meta sería en realidad del 3,9 por ciento. “El 4,5 por ciento del presupuesto es un estimativo. Si el manejo de las arcas del Estado permite una mejora de ese porcentaje, por supuesto que sería algo deseado”, comentaron en el Palacio de Hacienda.
Para el FMI, las metas fiscales siempre fueron primordiales -is mostly fiscal (es principalmente fiscal), como le dicen al Fondo en el mundo financiero, con ironía, por sus siglas en inglés, IMF. Diferentes analistas estiman que hasta podría exigirle a la Argentina un déficit del 3 por ciento del producto bruto, aunque la posibilidad de que haya una segunda ola de contagios por el coronavirus en el país haría poco probable esa meta. En pos de este objetivo, Guzmán fue terminante al poner punto final al IFE y hasta defendió su postura en una entrevista: “Hoy no es el momento de un IFE 4, así como no es el momento de otras cosas, porque hay que mantener ciertos equilibrios para también proteger la actividad”, dijo el ministro, en referencia al “equilibrio fiscal”.