Aceptar la vida como es

Señor director:
Desde hace años, las masas han estado manipuladas por falsas teorías, esclavizadas por la producción en cadena y estigmatizadas por los flagelos derivados del sistema consumista. El modelo de cultura vigente ha relegado a segundo plano los lazos de familia y amistad. La gente ha desarrollado una cierta solidaridad impersonal con las máquinas, en detrimento de sus más puros sentimientos. En un estilo de vida en el que sólo cuentan las funciones, las personas se han ido robotizando, convirtiendo su potencial divino en una insensibilidad mecánica que, con la llegada de la pandemia, se ha exacerbado pasando de la noche a la mañana a una situación de incertidumbre cuando menos caótica y previsiblemente catastrófica. Hace más de un año que la situación de emergencia ha traído consigo enfermedad y muerte, desempleo y pérdida de ingresos, incertidumbre y miedo. Existe una exasperación generalizada en ascenso que no promete nada bueno.
Vivimos días de angustia e incertidumbre. Con el sistema de salud desbordado, y los contagios y fallecimientos en aumento, muchos se preguntan: ¿Qué hacer para bajar el estrés y no abrumarse? Hay depresión, ansiedad, soledad y necesidad de orientación. La pandemia exige más que nunca ejercitar el autogobierno personal. Hay personas de inteligencia brillante que no suelen tener fijaciones mentales; con introspección intensa y sistemática destraban sus angustias y operan con entera libertad. Sus mentes, calmadas espontáneamente, reposan en la sabiduría trascendental que las hace receptoras de verdades sobrenaturales en toda circunstancia. Sin embargo, no todos los humanos son iguales. Hay seres a quienes los conflictos y emociones patológicas los comprimen y desgastan. Para muchos, los deseos insatisfechos y las traumáticas experiencias constituyen una carga que les impide razonar con claridad.
Si uno no toma las riendas de tu vida, se acogerá a las normas de los otros y nunca verá las cosas por sí mismo. Tal como están las cosas, saturarse de información puede ser contraproducente. Conviene aceptar la vida como es, lo cual no significa ser conformista sino realista; mantener un estado de alerta que blinde contra las influencias negativas. Uno debe ser como el agua no como el hielo; siempre destrabado y listo para ocuparse en lo que más convenga. Lo que inculcó la tradición insta a reverenciar, y ocupa el espacio requerido para relacionarse con la realidad del presente. Uno debe defender siempre su libertad despojándose de los condicionamientos. Lo único que ayuda es lo que uno comprende por sí mismo, lo demás estorba. Hay un proverbio indio que dice: “Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión. Cuando la mente no está bloqueada, el resultado es la sabiduría, y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el amor”.
Lucas Santaella