A 25 años de la partida de Lady Di

Al cumplirse 25 años de la muerte de la princesa del pueblo, el rastro del cariño que muchos ciudadanos sintieron por ella se deja ver en los alrededores del lugar en el que murió, el túnel que une la Plaza de la Concordia con el Puente del Alma. Allí se concentraron turistas y admiradores de la princesa, que dejaron fotografías, flores y mensajes de recuerdo de una intensa vida marcada por el desamor, la persecución mediática y la tragedia. Las últimas horas con vida de Lady Di pusieron en evidencia la que seguramente fuera una de las relaciones de amor más tóxica de la historia de la prensa. Desde que fue fotografiada por primera vez en 1980, Diana de Gales se había convertido en la celebridad más retratada, adorada y perseguida por los medios. Obtener la instantánea de la princesa con su nuevo amante, Dodi Al-Fayed, hijo del riquísimo empresario británico de origen egipcio, Mohamed Al Fayed, se convirtió en la obsesión de la prensa en el verano de 1997. Los fotógrafos que la siguieron en julio en las costas de Saint Tropez llegaron a alquilar un barco para retratar a Diana. La galería de fotos en trajes de baño es hoy memorable. Si la princesa no había querido que los paparazzi dieran con ella, al principio, cuando llevaba a sus hijos de vacaciones, pronto volvió a imponerse el acuerdo tácito que parecía haber entre los fotógrafos y ella, acostumbrada a recurrir a la prensa como forma de conectar con los ciudadanos. El fotógrafo francés Jean-Louis Macault fue el primero que consiguió sacar a la pareja juntos de frente. Para que nadie le robara la imagen, contrató un servicio privado de helicóptero que llevó el rollo a la redacción de turno. Las imágenes se pagaban a decenas de miles de euros. Cuando Diana y Al-Fayed pusieron rumbo a París en un avión privado, quienes habían trabajado como fotógrafos de guerra se dedicaron entonces a perseguirla por la capital francesa. Aquel 30 de agosto, cuando la pareja llegó al aeropuerto de Le Bourget, una decena de fotógrafos le esperaba tras las rejas. Al salir del avión, además de los guardaespaldas, Henri Paul, número dos de la seguridad del hotel Ritz, propiedad del padre de Al-Fayed, los condujo al lujoso establecimiento. Horas más tarde, las imágenes en el aeropuerto de las cuatro víctimas del accidente -tres de ellas mortales a excepción del guardaespaldas Trevor Rees-Jones, único superviviente- parecían desagradablemente proféticas.