Milagros Basgall habló sobre el violento spot. “Ver que ponen a una mujer en una bolsa nos remite al horror”

La publicidad que simulaba un secuestro femenino provocó críticas y preocupación. La entrevistada señaló la urgencia de educar y sensibilizar para prevenir contenidos que reproducen violencia extrema en la sociedad.

 Por: Matías Dalmazzo



La difusión de un spot publicitario por parte de una estación de servicio de Crespo generó una fuerte controversia a nivel provincial. El video, que simulaba el secuestro de una mujer, se viralizó rápidamente y desató un amplio repudio social. La empresa pidió disculpas públicas tras el escándalo, pero las críticas se multiplicaron. En ese marco, la redacción de La Calle dialogó con Milagros Basgall, coordinadora de la Fundación Micaela García “La Negra”.

Basgall expresó que el contenido del spot le provocó una mezcla de angustia y frustración, no solo por el video en sí, sino también por la manera en que fue recepcionado y comentado en redes. Señaló que hechos de este tipo reflejan que la sociedad aún educa desde miradas frías y teóricas, cuando lo que se necesita es transformar la cultura de forma situada y con verdadera sensibilidad.

La referente también cuestionó la falta de responsabilidad de las empresas a la hora de crear y difundir contenidos, advirtiendo que el lenguaje nunca es neutral. Remarcó que escenas como la de una mujer siendo embolsada remiten directamente al horror de los femicidios, y alertó que la discusión no debe quedarse en pedir disculpas, sino avanzar hacia más concientización y compromiso real.

 -¿Cuál fue su primera reacción al enterarse del contenido del spot publicitario de la estación de servicio en Crespo?

-Una mezcla de emociones negativas, no solo por los videos sino también por las repercusiones en comentarios y el análisis apresurado de varios medios. Claramente el video nos angustia y nos frustra porque sentimos que, en un sentido, nada ha cambiado. Seguimos tratando de educar desde la bajada de línea, desde una teoría fría y aislada de los contextos, cuando educar para transformar la cultura debe hacerse situadamente, desde la teoría encarnada en la práctica. Nos debe interpelar la temática y, para eso, primero hay que sensibilizar y volver a humanizar a las personas.

Por otro lado, vemos que así como todo se viraliza rápidamente, la reacción también se hace desde el impulso al cual nos somete la actualidad, y eso no da lugar a analizar qué hay detrás o qué es lo macro. No creemos que se trate de personas particulares, ni de empresas privadas, ni de quienes comentan dando aval desde sus perfiles personales. Si esto es más complejo, el tratamiento que le demos a la causa también debería serlo.

Sentimos la urgencia de repensar las formas de enseñar y aprender sobre la violencia de género.

 -¿Considera que este tipo de contenidos trivializa la violencia de género? ¿Por qué?

-Creemos que este hecho no es aislado, que no solo trivializa la violencia por motivos de género, sino que además le quita valor a la profundidad simbólica que subyace en el uso de las TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación). Hacer videos de tendencia no es la única acción que ha trivializado los derechos humanos. Venimos de un año en el que nuestro presidente usa sus redes para divulgar apología a la deshumanización y la crueldad. Entonces, lamentablemente, el traslado de este discurso a otras instituciones no nos sorprende.

Si bien comprendemos que quizás la intención de quien ideó el video no fue la interpretación que le dimos, hay una historicidad y una cultura que median cómo se recepciona el mensaje. El lenguaje nunca es neutral e insistimos en la falta de responsabilidad a la hora de crear, consumir y compartir contenido. En un país donde muchos femicidios culminan en escenarios de descarte, ver que ponen a una mujer en una bolsa nos remite al horror.

-¿Qué mensaje cree que transmite una empresa al difundir una publicidad que simula un secuestro de una mujer?

-Deja a la vista que no existe una supervisión del contenido que marca la identidad de la empresa. Nos preguntamos si cumplen con el convenio 190 de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), ya que, si bien la Ley Micaela no aplica a empresas privadas, estas tienen obligaciones en ese convenio, donde se establece que deben brindar herramientas para la prevención y el abordaje de la violencia de género en el ámbito laboral.

-¿Qué opina sobre la disculpa pública emitida por la empresa tras el repudio generalizado? ¿Es suficiente?

-Creemos que la justicia debe dar esas respuestas. Nuestra opinión puede tener una repercusión social, sí, pero no deberíamos ser quienes juzguemos las medidas. Aclarando eso, nos parece positivo que hayan dado una respuesta, aunque siempre queda un sabor a poco.

No vemos preocupación por capacitar a su personal ni por remediar el daño comprometiéndose con la difusión de sensibilización en la temática. Quizás es un análisis apresurado; observaremos qué medidas se toman. Lejos de apostar al punitivismo, creemos que estos hechos deben reforzarse con más concientización.

 -¿Considera que este tipo de incidentes demuestra la necesidad de una mayor educación y sensibilización en la sociedad?

-Sí, pero ponemos alertas también en eso, porque la masificación de las cosas tiende a no darle importancia a la calidad. No queremos que se masifiquen capacitaciones que carecen de profundidad en lo pedagógico. Preferimos que lo más mínimo que se haga para prevenir sea desde una verdadera intención de transformación. Hemos visto fracasar muchos programas que pretendían otorgar certificados a cientos de personas que, al finalizar, no sabían argumentar por qué la violencia de género la reciben mujeres y personas LGBTIQ+.

 -Por otro lado. Desde principios de año el gobierno nacional de Javier Milei coquetea con la idea de eliminar la figura de femicidio y las leyes de paridad de género ¿Qué opina al respecto y que debe atender la sociedad en este sentido?

-No nos sorprenden sus amenazas porque se alinean a su forma de pensar y gobernar, desde el autoritarismo y el despojo de libertades. Querer cambiar la figura del femicidio, además de negar la historia y la cultura en la que estamos inmersos, refleja un desconocimiento de las estructuras que hacen al Estado. No se cambia un Código Penal de la noche a la mañana.

La sociedad debe volver a consensuar los derechos humanos como algo básico y común a todas las personas. Es tristísimo decir esto porque parece una obviedad, pero sin ese consenso social todo lo demás que queremos ponernos como meta parece utópico. Hoy, donde el individualismo y las arbitrariedades se apoderan de nuestros destinos, debemos atender con urgencia lo colectivo.