Cuando la ficción supera a la realidad estamos en problema. Y mucho de esto es lo que el mal uso de las tecnologías promueve. La lucha diaria entre el plano real y lo irreal.
Por: Mario Bonnot
La personalidad es la conjunción de rasgos emocionales, de pensamiento y de comportamiento que caracterizan a una persona en diversas situaciones a lo largo de su vida. Son los sentimientos, motivaciones y hábitos que definen nuestra individualidad y claramente todo eso está atravesado por el entorno, por el contexto en el que nos desarrollamos.
Las hoy no tan “nuevas tecnologías” han llegado para redeterminar algunos patrones de nuestra conducta y mucho de ello ya se estudia y denomina de alguna forma desde hace un tiempo. Son términos que se emplean en otros países, que quizás aquí aún son novedosos, y nos permiten reconocer trastornos de nuestro comportamiento asociados con el uso de las plataformas, redes y por qué no desde hace un tiempo la inteligencia artificial.
Así es como conoceremos de selfitis, phubbing, vibranxiety, retterefobia o whatsappitis, entre tantos términos con los cuales diariamente quizás interactuamos de manera inadvertida. Dejamos de ser aquellos que visitamos amigos, compartimos “tiempo de calidad” con familia, hijos y padres, para dar forma a esquemas comunicacionales de interacción virtual. Programar una alarma para no dejar de realizar una actividad que nos gusta, no irse a dormir sin ver las redes sociales o mandar un mensaje telefónico queriendo saber sentimientos de alguien cuando difícilmente en una charla cara a cara se lo preguntaríamos o nos lo contaría, son monedas corrientes y apenas pequeños ejemplos de cómo la tecnología incide en la reconfiguración de las personalidades.
“Cerebros enfermos”
Para conocer más detalles de estos trastornos de la formación de la personalidad en tiempos actuales, dialogamos con el psiquiatra Ángel Gallardo (M.P. 5.111), integrante del Círculo Médico de Concepción del Uruguay.
Al respecto, el profesional explica: “creo que en cualquier afectación conductual, lo que prima no es el objeto, sino el sujeto. O sea que no existen objetos malos sino sujetos (=Cerebros) enfermos. Por ejemplo, en referencia a las adicciones, ya desde tiempos remotos existían las sustancias, y no veíamos tantos adictos como en la actualidad. Es decir que hoy tenemos mayor cantidad de cerebros enfermos que en tiempos pasados. Lo mismo ocurre con las fobias, cuyo síntoma cardinal es la evitación. Donde el fóbico evita determinados objetos o situaciones que aumentan su ansiedad. En el caso que nos ocupa, evitarías escribir con errores ortográficos por Retterofobia o no llevar el móvil encima tal la Nomofobia”.
“En otros casos podríamos estar en presencia de conductas de dependencia, como ser el hecho de no poder vivir sin subir selfies a las redes o llegar a ignorar a familiares o grupos de amigos por estar pendiente del celular, o depender del WhatsApp todo el día. Aunque creo que esta patología estaría más cercana a ser considerada como una especie de tendinitis de muñeca o mano debido al uso excesivo del servicio de mensajería. Quizás caer en los oscuros terrenos de la severa ansiedad, y hasta comportamientos de índole más cercana a la psicosis, por la Vibranxiety que nos hace suponer que nos suena constantemente el celular cuando no es así”, amplía Gallardo.
Trastorno, no enfermedad
Respecto a por qué se consideran trastornos de la personalidad y aún no enfermedades, el médico psiquiatra explica: “debo resaltar que, cualquiera sea el Trastorno Comportamental citado, para que podamos hablar de enfermedad, tales situaciones deben de interferir acusadamente en la rutina normal de la persona, en sus relaciones laborales o académicas, o bien provocar un malestar clínicamente significativo, tal como muy bien lo estipula el DSM-5, que es el Manual Estadístico y Guía de Consulta de los Criterios Diagnósticos, publicada recientemente por la Asociación Americana de Psiquiatría”.
Como cierre el Dr. Gallardo nos deja una expresión justamente para pensar y repensarnos en este accionar diario del uso de las tecnologías y la formación de la personalidad. “Como corolario debo recalcar que sería demasiado injusto el inculpar a la tecnología como la causa de muchos de los males que nos aquejan por estos tiempos en que nos toca vivir; nunca debemos olvidar que siempre nuestro director de orquesta es el cerebro, quien toma nuestras decisiones, y con demasiada frecuencia se equivoca”.
Algunos trastornos usuales causados por la tecnología
Selfitis: La Asociación Americana de Psiquiatría lo catalogó como un trastorno mental y ocurre cuando no podes vivir sin subir selfies a las redes. Detrás de las autofotos se esconde una falta de autoestima, mediante tantas fotografías se busca llenar un vacío íntimo, por lo que si notas que subís muchas selfies podes sufrir este trastorno.
Los expertos ya clasifican el trastorno en tres categorías: selfitis Borderline que es tomar fotos de uno mismo por lo menos tres veces al día, pero no publicarlas en medios de comunicación social; selfitis aguda cuando tomas fotos por lo menos tres veces al día y haces una publicación de cada una de las fotos en las redes sociales y finalmente la selfitis crónica que es el impulso incontrolable de tomar fotos de uno de uno mismo durante todo el día y la publicación de las fotos en las redes sociales más de seis veces al día.
Phubbing: quizás no te das cuenta, pero esta es una de las más comunes y es cuando ignoras a familiares o grupos de amigos por estar pendiente del celular, leyendo algo en las redes o sencillamente compartiendo lo que estás haciendo. Cada vez más personas dejan de prestarles atención a quienes tienen cerca, a cambio de sumergirse por horas en las pequeñas pantallas que cargan en sus bolsillos. El término se originó en Australia, etimológicamente producto de la unión de las palabras phone (teléfono) y snubbing (despreciar).
Vibranxiety: como algunas personas dicen escuchar voces o sentir cosas extrañas a ti te pasa con el celular, crees haberlo escuchado o sentido vibrar y al revisarlo resulta que no tienes ninguna notificación o llamada. Aun así, lo haces de forma recurrente.
Retterofobia: sos como el diccionario de la Real Academia Española andante. Tenés terror de escribir con errores ortográficos y revisas el contenido antes de mandarlo una y otra vez. Es lógico cuidar la ortografía, pero no llegar a sufrir porque te comiste un acento, una coma o un punto.
Whatsappitis: nada más y nada menos que la hiperdependencia de la aplicación durante todo el día. Incluso si sabés que nadie te escribió, igual revisas las fotos de los demás, incluso lees las conversaciones guardadas. Esto puede sumarse al uso de Instragram recurrentemente o redes como Pinterest, etc.
Nomofobia: la nomofobia es el miedo irracional a no llevar el teléfono celular encima. Te tocas los bolsillos, lo buscas en la cartera, el auto. Te pones mal si no lo encontras y crees haberlo perdido.
Editiovultafobia: es el miedo a iniciar sesión en Facebook. A conocer la vida de los demás a través de esta red y compararla -siempre para mal-, con la propia. Por ejemplo, ver los éxitos de los compañeros del colegio, comparar su vida con los demás y encontrar la nuestra insatisfactoria.
Cibercondria: es un trastorno de auto diagnóstico basado en búsquedas en internet. Cuando una persona nota que tiene cierta dolencia o molestia, buscará en la red las posibles causas y creerá sufrir más síntomas de las enfermedades que le estén apareciendo en pantalla, haciendo que algo que quizás no sea grave termine pareciéndole mucho más.
Telefonofobia: es una ansiedad natural o el miedo que se apodera de una persona cada vez que oye el sonido del teléfono o se ponen en la posición de tener que realizar una llamada telefónica. ¿Puede la telefonofobia superarse? Sí, pero sólo cuando la persona está lista para hacer frente a su miedo de frente y reconocer que es un problema.
La Amnesia Digital y el efecto Google: por último existe un trastorno que consiste en olvidar información o datos de uso normal, debido a la tendencia actual de recurrir a los buscadores de Internet, principalmente Google.
La dependencia tecnológica que evita el esfuerzo de memorizar los datos más comunes nos lleva a la “amnesia digital”. Esto es la experiencia de olvidar la información inmediatamente al confiarla a un dispositivo digital para que la recuerde por nosotros. Este simple gesto que convierte al celular en una extensión de nuestro cerebro, afecta a personas de todas las edades.