YO DIGO… Las jubilaciones como variables de ajuste

Por Carlos Heller

Tras la categórica sanción en el Senado de la reforma jubilatoria, Javier Milei anunció el veto completo de la ley, para sostener el equilibrio fiscal “a toda costa”, según los términos utilizados en el comunicado de la Oficina del Presidente. Se señala que el proyecto tiene “como único objetivo destruir el programa económico del gobierno”, una frase que deja en evidencia lo que siempre sostuve: para que cierren los números fiscales del Gobierno habría que recortar necesariamente las jubilaciones, que son la principal partida del gasto.
El Presidente comentó que “la medida demagógica que votó el Senado implica un incremento de la deuda de 370.000 millones de dólares, a perpetuidad”. En realidad, lo que se aprobó, básicamente, es la compensación por un 8% que el Gobierno otorgó de menos respecto a la inflación de enero. Es una nueva estrategia: calcular una situación actual a perpetuidad, como si todo fuera inmutable. Así, cualquier gasto importante daría una cifra extraordinaria.
Se estima que la actualización de los haberes generará un costo fiscal de 1,2 puntos del PIB. Con estos datos y un PIB en dólares de 560.000 millones según el FMI para el 2025, el mayor gasto se ubica en unos 7.000 millones de dólares anuales. ¿Cómo se llega a los 370.000 millones? ¿Cómo evaluar este cálculo en términos actuales, en el impacto en la vida de jubilados, que es lo que ha tenido en cuenta el Congreso para sancionar la Ley? No es posible. Sólo es una argucia matemática que puede ser comparable a la falacia del “17.000% de inflación heredada del anterior gobierno”.

Se les fue la mano

En forma adicional, para el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, el principal método es analizar este gasto como “generación de deuda pública” y calcular cuánta deuda (a perpetuidad) generaría la nueva normativa, como si las leyes no pudieran ser modificadas a través del tiempo.
El funcionario también incurre en un error conceptual: no considerar que el equilibrio fiscal se produce por la interacción de los ingresos y los gastos fiscales. No se puede analizar una variable desconectada de la otra.
Tratar los aumentos jubilatorios como deuda no sólo le impone una carga negativa a este beneficio a jubilados, sino que el cálculo también es erróneo, pues si los salarios crecen, los aportes previsionales crecen. Y si los salarios crecen, es porque la economía también está creciendo, lo que implica mayores ingresos fiscales. Y otro tema que no se considera es que, a mayores ingresos por jubilaciones y pensiones, mayor gasto, mayor dinamismo para la economía y, por lo tanto, mayores ingresos fiscales.
La solvencia fiscal no es un valor absoluto. Si se resuelve con una mayor imposición basada en tributos progresivos, es loable. Pero si se trata de aplicar motosierra y licuadora, como lo está haciendo este gobierno, la economía y la sociedad seguirán sufriendo intensamente.
De hecho, el propio oficialismo reconoció en su momento que se les fue “un poco la mano”, ya que apuntaban a recortar el equivalente a 5 puntos del PBI y terminaron siendo 7. No obstante, van a vetar la actualización de las prestaciones previsionales.

 

Infamia universal

La política en el sentido profundo del término está asociada al alcance de mayorías sobre la base de negociaciones y acuerdos donde se busca poner por delante lo importante, más allá de los proyectos de cada sector, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas existente en cada momento. Hacer política no es lograr lo que uno quiere hacer, sino conseguir lo más parecido a lo que se intenta hacer. Demanda trabajo y la búsqueda de coincidencias alrededor de los matices.
En el caso del financiamiento a las universidades en Diputados, se posibilitó el tratamiento del dictamen del bloque radical, y se incorporaron modificaciones que aportaron Unión por la Patria y otros bloques y sobre eso se construyó una mayoría.
El Gobierno va a ir perdiendo capacidad de construcción de alianzas, en la medida en que profundice su política del “ajuste más grande de la historia universal”, de la “destrucción del Estado desde adentro” y de la desregulación de todas las actividades que deben ser reguladas. Si se siguen ampliando los daños productivos y sociales, como es previsible que suceda, el apoyo de amplios sectores de la ciudadanía irá menguando.
La muletilla de éste y de todos los gobiernos ajustadores (en todas sus versiones) es que hace falta más sacrificio. La crónica tiene un desarrollo que ya vivimos.