Temor y Misterio: los restos mortales del General Justo José de Urquiza

La Iglesia de la Inmaculada Concepción, imagen cercana a la época del traslado de los restos mortales del General Urquiza. Fotografía del cadáver.

Por: Orlando Cesar Busiello, profesor

En el atardecer otoñal del 11 de abril de 1870, la residencia palaciega del Organizador de la Nación Capitán General don Justo José de Urquiza por entonces Gobernador de Entre Ríos, fue asaltada violentamente por un grupo sedicioso de aproximadamente cincuenta hombres al mando del comandante cordobés Simón Luengo asesinando al dueño de casa.
Este magnicidio cuyo autor intelectual fue el General Ricardo López Jordán, tuvo consecuencias catastróficas para la provincia de Entre Ríos, desatando una guerra fratricida donde se inmolo buena parte de la juventud entrerriana, arrasando con sus recursos económicos y perdiendo Entre Ríos a partir de entonces un lugar de privilegio en el concierto político del país.
La revolución jordanita que motivo la Intervención Federal por parte del Presidente Domingo F. Sarmiento, tuvo varios capítulos antes de ser sofocada totalmente; 1970; 1973, y 1976. Sin embargo y si bien la lucha había finalizado, la familia entrerriana quedo literalmente dividida y restañar las viejas heridas de la guerra llevo muchos años…
Producido el luctuoso suceso los restos mortales del General Urquiza, fueron llevados a Concepción del Uruguay y velados en casa de su hija Ana, casada con el Doctor Benjamín Victorica (Hoy Escuela Profesional Ana Urquiza de Victorica). Luego se le dio cristiana sepultura en la necrópolis local.
Derrotado el primer levantamiento jordanita en enero de 1871 y designado el doctor Francisco Pico como interventor nacional de Entre Ríos, una aparente calma apaciguo los ánimos más exaltados dando la sensación que las buenas intenciones del comisionado de regularizar la cuestión institucional y preparar el llamado a elecciones, era el punto final a la “pesadilla” vivida por los entrerrianos…
Doña Dolores Costa de Urquiza, viuda del General vio la oportunidad entonces de trasladar los despojos mortales del prócer del cementerio a la Iglesia de la Inmaculada Concepción.
La animaba fundamentalmente el deseo de protegerlos; circulaban rumores de profanación y el cementerio, solitario y alejado de la ciudad no daba seguridades…
Creemos interesante recordar que, el mencionado templo fue levantado a instancias del general Justo José de Urquiza siendo Presidente de la Confederación Argentina.
Fue así como Doña Dolores, inicio los trámites pertinentes con el fin de obtener el permiso de las autoridades eclesiásticas. Autorización otorgada por parte del Obispado el 3 de abril de 1871. Señalando además, que estos podían ser trasladados y ubicados donde se creyera conveniente e inclusive dentro del templo “…siempre que previo el conocimiento de quien corresponda, se hallaren en condiciones higiénicas del caso”.
Logrado este primer paso, la viuda se dirigió al Jefe Político de Concepción del Uruguay, don Avelino González para obtener de la parte civil la “venia” correspondiente para efectivizar el movimiento señalado.
Con el fin de dar debido cumplimiento al requerimiento del Obispado, antes de procederse al traslado de los restos a la Iglesia de la Inmaculada, la familia Urquiza previniendo cualquier circunstancia que atentara contra la salud pública por el estado en que pudiera estar el cadáver, decidió: “…se lo retiró del ataúd en que había sido colocado desde un principio y se lo colocó dentro de una caja de plomo herméticamente cerrada, la que a su vez fue puesta dentro de un féretro de caoba”.
Sin embargo pese a estos recaudos, el señor Avelino González, antes de dar el visto bueno para proceder al traslado dispuso que el médico de policía constatara cual era verdaderamente el estado del cadáver del finado general. Posteriormente requirió que el doctor Esteban Del Castillo, fuera acompañado por el comisario Nicanor Escobios y los vecinos Ramón Alzugaray y Patricio Roca. Los nombrados debían certificar lo señalado y realizar un informe al respecto.
En esta primera inspección realizada el 22 de agosto de 1871, nada se pudo comprobar pues lo que informo la comisión entre otras cosas fue que: “…a las doce del día de hoy, nos hemos trasladado al cementerio de esta ciudad y practicado la inspección de una caja mortuoria de madera de cedro que contenía en su interior otra de plomo soldada en toda su extensión. Respecto a su contenido nada podemos afirmar sobre si se encuentra o no en estado de descomposición. Como no es posible deducir consecuencia exacta respecto a la importancia que puedan tener en la higiene de la población, los restos dispuestos en tales condiciones”.
Como el Jefe Político de la ciudad no quedo conforme devolvió el expediente al doctor Del Castillo, produciéndose una situación incómoda y de rispidez entre él y el médico. Este último expresaba claramente, que no habiendo una orden de exhumación donde pudiera observar el verdadero estado de descomposición del cadáver era imposible saber si el mismo podía traer riesgos para la higiene y la salud de la comunidad.
Ante tal situación el médico de policía presentó su renuncia, y don Avelino González apremiado por el tiempo decidió realizar la exhumación del cadáver del general Urquiza.
El 24 de agosto de 1871, la nueva comisión conformada por las siguientes personas: doctor, Francisco S. Soler, doctor, Ángel M. Donado, coronel Pedro M. González, señores, Emilio Onrubia, Secundino Zamora, Ramón Alzugaray, Juan R. Fernández y Antonio Piñón después de la exhumación e inspección respectiva, elevaron al Jefe Político lo que a continuación detallamos: “…que dichos restos están en perfectas condiciones de acomodo, pudiéndose hacerse su exhumación y traslación sin perjudicar en nada la higiene pública”.
Ese mismo día el Jefe Político expidió el permiso que fue entregado a Doña Dolores Costa, quien sin perder un instante hizo imprimir en la “Democracia” diario que se editaba entonces en Concepción del Uruguay, Capital de Entre Ríos, la invitación para asistir a la ceremonia de traslado a realizarse el 25 de agosto de 1871.
Sin duda que la fecha había sido establecida con anterioridad, pues, protocolarmente las autoridades del Gobierno de Entre Ríos habían recibido con la debida antelación la comunicación correspondiente aunque no adhirió oficialmente al homenaje.
Ni el Gobernador, ni sus Ministros se dieron por enterados; prueba evidente del clima de tensión que aún pesaba en el ambiente a raíz de los hechos del año anterior. No actuó de la misma forma la República Oriental del Uruguay, quien oficialmente estuvo presente en la ceremonia, cubriendo la bandera oriental conjuntamente con la nuestra el féretro del prócer.
El periódico “La Democracia” dejo testimonio de lo ocurrido el 25 de agosto, diciendo: “Con una pompa poco común tuvieron lugar los funerales y traslación de los restos mortales del vencedor de Caseros. Numerosos jefes y personas notables, venidos de diversos puntos de la provincia y de Buenos Aires, unidas a un pueblo inmenso, acompañaron al féretro desde el cementerio hasta el Templo.”
Concluida la ceremonia, los restos mortales del general fueron depositados en la cripta familiar que el mismo Urquiza había hecho construir en el interior de la Iglesia.
Precisamente el 5 de mayo de 1860, en tocante ceremonia fueron traídos desde Nogoyá los despojos de su hermano Cipriano y desde Buenos Aires los de sus padres don José de Urquiza, y Cándida García, y sus hermanos, Juan José y Ana Urquiza de Montero quienes fueron ubicados en la cripta.
Como podemos apreciar el cajón mortuorio de Justo José de Urquiza, acorde a los testimonios y a los documentos existentes en la Basílica había sido colocado junto a sus seres queridos. El acta confeccionada ese mismo días señalaba: “quedando los restos en el panteón construido al efecto en bóveda subterránea”. Sin embargo tiempo después se coloco una lápida, frente al pabellón de la nave derecha, cercana al presbiterio que dice: “R.I.P. Aquí yacen los restos mortales del Excelentísimo señor Capitán General Don Justo José de Urquiza, 1er Presidente Constitucional de la República Argentina, Gobernador de la Provincia de Entre Ríos que murió asesinado el 11 de abril de 1870 a las 7 ½ de la noche en su Palacio San José a los 69 años de edad. Su amante esposa e hijos le consagran este triste recuerdo.”
Dicha lápida está enmarcada por una obra pictórica realizada por el eximio artista, Reinaldo Giudice y enfrentada a la cripta que se encuentra en la nave de la izquierda, donde hoy se encuentra el órgano.
Pasaron los años, y la cripta histórica fue quedando en el olvido. Los actos en homenaje del prócer, se hacían en el lugar donde la viuda había hecho colocar aquella placa, y todo viajero deseoso de rendir tributo al Organizador de la Nación o simplemente conocer su última morada, lo hacía respetuosamente en aquel lugar.