Los cuadernos de Don Frei
Por Gerardo Iglesias
El Puerto Viejo y Parque Sur son una caja de sorpresa permanente. Un día común se transforma en recuerdos, en alegrías, en esas nostalgias de barrios, que aún sobreviven en los muchos que hay en la ciudad.
En un Super cualquiera te encontras con amigos de la infancia, que viven a una cuadra pero ahí lo tenes, frente tuyo y casi a los gritos (como debe ser)…”tengo algo para vos. Te vas a morir”. Y los dos arrancamos, ahí, en medio de góndolas de yerbas y beberajes (donde sería si no): “tengo los cuadernos de don Frei bolu. Estamos todos. Vos, el Tribi, el Geno, Chiquitín, el Negro, Luis, Sacho, que nos mira de arriba. Todos ehh, todos estamos”.
En esos cuadernos estaban asentadas detalladamente, nada más y nada menos, que las suspensiones que aplicaba Don Frei, entonces secretario de Parque Sur, recién fundado.
Sobriamente encarpetado, abre a modo de título “Datos Generales del Club Parque Sur” y en la segunda hoja ya deja en claro qué tendrán sus páginas “Socios que sufrieron sanciones disciplinarias – Suspensión – Amonestación – Apercibimiento – Expulsión” y la fecha, nada menos que a 50 años “a partir del día 8 de septiembre de 1973”. Un documento en sí mismo, que forma parte del arranque del club que resultó de la fusión de Pescadores y División, conteniendo en su interior apellidos que son el Puerto Viejo y que se mantienen hasta hoy. Un verdadero testimonio en forma de cuaderno, lejos de ese que tanto daño hizo hace un par de años atrás, repleto de mentiras, correcciones y tachaduras. Escrito a máquina, quizás en una vieja Remington u Olivetti que aún permanecen en algunas cosas como piezas de museos personales, seguramente escribiendo en silencio en noches en las que todos duermen, silenciosas, sin el ruido de antaño.
Don Frei. Don Isaías Martín Frei, vecino del Barrio. Jugador de fútbol, maestro, director de escuela, apasionado por el río. De chico lo veníamos nadar con una mano, largándose desde los muelles del Ministerio (tristemente olvidado desde los años del menemismo) haciendo la plancha hasta el mismo Itapé. Épocas que esas playas recibían a gran parte de la ciudad en verano, con sus aguas cristalinas, sin la pudrición a la que la redujeron hoy años de desidia, contaminación y olvidos.
Ahí andaba don Frei, el elefante blanco como lo bautizábamos nosotros, porque nos daba miedo verlo. Tan alto y nosotros tan chicos, con sus dos árboles de higo, uno blanco y uno negro, exquisiteces que ya no se ven ni en las fruterías.
Ahí estaba don Frei formando parte de nuestra niñez, haciéndonos sentir el rigor del orden en la previa del regreso de Perón. Ahí están las sanciones para todos, las suspensiones “por jugar al fútbol dentro las instalaciones del club, por faltar el respeto a un vecino; sorprendido sobre los techos arrojando piedras a la calle, por arrojar piedras a un miembro de la CD”. Hasta el querido Negro Miño, toda una institución por sí sola en el barrio, sintió el rigor de don Isaías al ser “apercibido el 19 de julio de 1975 por transitar en bicicleta en las instalaciones del club en repetidas oportunidades, desacatando la orden de un miembro de la CD”.
Ahí estaba don Frei, como un faro de rectitud en los inicios de uno de los clubes más populares, cuando se ingresaba por Cochabamba casi a mitad de cuadra, con las dos oficinas enfrentadas tras caminar diez pasos, con la cancha de básquet a derecha e izquierda y la cancha de tenis sobre la Tibiletti que iba pasando a la historia. Esa construcción que era cantina en los bailes, casi hexagonal, con espacios debajo del mostrador que se transformaban en heladeras a fuerza de mandarles hielo y que sirvió además de escenario para los famosos bailes de División. Y el frontón, y la pista de patinaje, la cantina de Rosendo, la cancha de bochas, la mesa de billar. Todo era el reino de don Frei que nosotros poníamos a prueba y disfrutábamos desde la tarde hasta la noche.
Ahí andaba don Frei, desde la mañana hasta la noche, resaltando con pulcritud y esmero el amor y respeto por el club, valores que quería inculcar a una horda de salvajes, que eso fuimos por el solo hecho de ser gurises y adolescentes, valores que nos acompañarían tiempo después, dándole la razón a ese gigante de pelo canoso, un tanto hosco, al que hoy recordamos con inmenso cariño, porque fue primero División y después Parque Sur. Y fue nuestra infancia.
Ahí están los cuadernos de Don Frei, los comienzos de un club que se lleva en el corazón porque es nuestro. En estos días anda de festejos, en fútbol, en básquet, con piletas cubiertas y otras actividades deportivas. Y esos cuadernos vienen al rescate de aquello, de los comienzos, desde donde se salió y de lo que nunca hay que olvidar, porque al club lo fueron haciendo grande gentes común, que peleó y luchó siempre junto al barrio en pos de un club popular e inclusivo.
Los tiempos han cambiado rápido y nuestras vidas también, el barrio es el que nos aferra a los pedazos de historias que tuvimos y recordamos siempre con cariño, con alegrías. Por ahí pasan los vecinos también, como nosotros, con “las nieves del tiempo plateando” las sienes, pero manteniendo los abrazos de siempre.
Y ahí están los cuadernos de Don Frei para recordárnoslo siempre.
Don Frei
Isaías Martín Frei nació el 3 de mayo de 1910 en Colon. Trabajo en la fábrica Liebig hasta 1940, jugando al fútbol en Colón y Liebig, formando parte de la selección de esa ciudad. Se trasladó a Concepción del Uruguay, ingresando a la Escuela de Aprendices como tornero, donde dio clases a muchas generaciones, llegando a ser Director de la institución. Como jugador de fútbol rechazó la oportunidad de ir a jugar a Newell´s, mientras que su hermano, Hermes Frei, el Gallo, fue un recordado arquero del fútbol local.










