Osvaldo Nemirovsci (*)
O se regula desde los estados y su inteligencia humana, hoy, o la Inteligencia Artificial (IA) generará sus propias colonizaciones sobre los sapiens.
No es ciencia ficción, cada día es más autónoma y auto reproduce conocimiento.
O sea, las instituciones de hoy, muchas cargadas de válido desprestigio, llena de incapacidades formales y con miembros de comprobada ineficiencia, deben tomar en sus manos, la legislación, regulación y control ya de la IA. El mundo analógico, ideologizado mal y cargado de vetustas ideas es quien debe poner en orden las necesidades de las sociedades ante el avance anarquizado y lleno de desorden ético de la IA y sus propagadores comerciales. Labor complicada pero imprescindible. El humano analógico, las y los políticos que ocupan espacios de poder, muchos con escasa voluntad ética y más que muchos con poca verificación de sus habilidades intelectuales, son quienes deben dar sistematización y ordenado procesamiento al tema más complejo que desde el universo de lo digital, cuántico, algorítmico, cyberg y algo más, nos llega “redepente”. Nuestra obligación como seres pensantes es hacer que la IA nos sirva a fines de nobleza moral y desarrollo humano. Que nos ayude a pensar la reconversión de millones de trabajos y sus ejecutores (los asalariados). Pero en nuestro país, ni anoticiada está la mayoría de la dirigencia sobre esto que se viene. La IA, creación humana más real que el Golem, posee con más autoridad, las facultades míticas de aquel coloso bíblico, que desde el barro o la piedra se manifestaba como lo absoluto cuando en verdad era una simulación, un remedo de hombre pero que intentaba encarnar al humano, precisamente por las condiciones que tenemos de seres imperfectos e inacabados. Por legítimas razones tecnológicas. Por necesarios avances de la ciencia. Pero también por intereses comerciales. Por sombrías cuestiones de señorío de países o sectores que dominan mejor y más esa variable tecnológica/digital/científica. Debemos dejar de creer que los combates más importantes pasan por nimiedades de cortísimo plazo y, aún desde instituciones vilipendiadas por una ciudadanía que no les cree nada, aún con protagonistas que poca idea tienen de lo que hay que hacer, debemos tomar el toro por las astas y legislar, regular y controlar el proceso de crecimiento de la Inteligencia Artificial.
(*) Ex coordinador General
del Consejo Asesor del Sistema
Argentino de Televisión Digital.