Por Juan José Giani
Juan Domingo Perón comparte, al igual que su némesis Jorge Luis Borges, el récord de citas textuales entre los argentinos, incluso algunas de dudosa legitimidad. El “como decía Perón…”, funciona muchas veces como introito de una justificación o condena de un comentario político. Sin embargo, este lado coloquial suele eclipsar la profundidad de su pensamiento, manifestado en sus escritos, que recorren más de 40 años de historia.
En general se hace foco en el fenómeno histórico sociológico del peronismo, o en el desempeño histórico de la figura de Perón. Sin embargo, son relativamente escasos los análisis sobre lo que podríamos llamar su “herencia textual”.
Si bien Perón es una figura que desarrolla su producción durante 40 años, ya había escrito varios libros antes de ser presidente en 1946, cuando era un militar desconocido. Lo que no todos advierten es la continuidad de su pensamiento. Esto va en contra de cierta visión que tiende a pensar a Perón como un gran táctico, o un pragmático que se acomodaba a las circunstancias.
Siendo Perón una persona tan preocupada por mostrar una coherencia de ideas, esas mismas ideas plantean interpretaciones tan diversas. Ya con Perón en vida, en el 73, tuvimos derecha e izquierda a los tiros. Ya muerto, tuvimos a Carlos Menem, que privatizó e indultó, y a Néstor Kirchner, que estatizó y condenó. Y siempre funcionando la figura de Perón como un mito invocador.
Tercera posición y personalismo
En el núcleo de Perón hay una marca permanente, que es la idea de la tercera posición. Hay que ubicar al pensamiento de Perón en una etapa histórica, en un mundo que no existe más, que es el mundo bipolar, con dos grandes imperios y dos grandes ideologías. Perón siempre pensó en un tercer camino. Su preocupación fue encontrar un punto de superación de los dos imperios. Fue uno de los precursores del Movimiento de Países No Alineados. Para el liberalismo tenía una faceta autoritaria y para los comunistas era un nacionalista burgués. Desde la izquierda y la derecha recibía siempre una imputación.
Hay un aspecto de su pensamiento que le da mucha importancia a la figura del conductor. Perón siempre pensó que en los grandes procesos históricos había hombres extraordinarios, y él se consideraba extraordinario. Esa no era una rareza argentina. Perón ubica al peronismo en un contexto de emergencia de grandes proyectos nacionales con grandes hombres que lo conducían: Mao en China, Gandhi en India, Nasser en Egipto, Tito en Yugoslavia, De Gaulle en Francia. Eran proyectos terceristas: no eran ni capitalistas ni socialistas a la soviética. Todos esos procesos tenían una figura central que le daba sentido al conjunto.
Respecto del tema del fascismo, que también se le achaca, hay que entender que el peronismo surge en un contexto mundial de fuerte crisis del liberalismo. Y Perón era un antiliberal. Dentro del antiliberalismo había y hay muchas cosas, y una de ellas era el fascismo italiano. Perón mira con interés al fascismo no porque era fascista, sino porque el fascismo era en las décadas del 20, 30 y 40 una de las versiones de la crisis del liberalismo.
Gobierno y Estado
Respecto a otro de los cuestionamientos sostenido que se le hacen es el “poco apego republicano” del peronismo en el poder y la confusión del rol entre gobierno y Estado.
Esta crítica debe contemplar que la tradición republicana tiene dos grandes interpretaciones. Una clásica, que piensa a la república como un régimen político con un fuerte involucramiento del ciudadano en la cosa pública y en el cual el Estado es el ordenador social.
En ese sentido, el peronismo fue republicano. Está también la liberal, que entiende a la república como un sistema de contrapeso de poderes, donde se intenta atenuar la importancia del Ejecutivo. Perón siempre pensó al peronismo no como una doctrina de partido sino como una gran doctrina nacional: grandes principios que debían concitar el acuerdo de todos. Era un pensamiento totalizador. Una de las grandes dificultades que tuvo el peronismo, y Perón también, fue a partir de esa idea del pensamiento totalizador, ¿qué hacer con el discrepante? Con el paso del tiempo ese problema se fue atenuando, porque a medida que la sociedad se hace más plural, el peronismo fue incorporando esa mayor pluralidad.
La famosa grieta de ahora es un juego de niños. En la comparación, esto es una democracia sueca. Esas visiones de tensión social, de lucha política, siempre existieron en la historia argentina. Lo de hoy es un eco moderado.