Por Juan Martin Garay (*)
El 22 de abril es considerado como “Día Internacional de la Madre Tierra”, esta fecha se celebra dentro del “Decenio de la ONU para la Restauración de Ecosistemas hasta el 2030”. Mediante la aprobación de la “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, los Estados Miembros de las Naciones Unidas se comprometieron lisa y llanamente a no dejar a nadie atrás en esta senda y trazaron el camino hacia una mayor dignidad, prosperidad y sostenibilidad para las personas y el planeta. Todo un desafío, por cierto. Debido a esto se hace necesario cada vez más asumir los compromisos que aseguren un alto grado de sustentabilidad ambiental.
Escazú
Esta semana acaba de concluir con la reunión extraordinaria de la “Conferencia de las Partes del Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe”. Con esto me refiero a la segunda reunión de la Conferencia de las Partes del “Acuerdo de Escazú” (COP 2). El mismo se desarrolló entre este miércoles y ayer sábado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Este encuentro tuvo por objetivo concreto elegir a los primeros integrantes del “Comité de Apoyo a la Aplicación y el Cumplimiento” y conocer cualquier otro asunto que las Partes decidan. La Nación Argentina es signataria de este acuerdo regional ambiental que entró en vigencia el 22 de abril de 2021. Este Acuerdo es el primero en el mundo en contener disposiciones específicas sobre defensores de derechos humanos en asuntos ambientales. Como bien expresa el propio Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, este Acuerdo “confirma el valor de la dimensión regional del multilateralismo para el desarrollo sostenible. Al vincular los marcos mundiales y nacionales, el Acuerdo establece estándares regionales, promueve la creación de capacidades —en particular, a través de la cooperación Sur-Sur—, sienta las bases de una estructura institucional de apoyo y ofrece herramientas para mejorar la formulación de políticas y la toma de decisiones”.
Como persona sentí-pensante, entiendo que además del compromiso fehaciente mediante las palabras, se requiere fundamentalmente de hechos concretos para que la justicia y la democracia ambiental sean posibles de la mano del “Acuerdo de Escazú”. Este instrumento se presenta a las sociedades como una clara herramienta de transformación social y de profundización de la democracia para poder avanzar en la protección del ambiente, velando también por la inclusión social con desarrollo humano ante un contexto global de incertidumbre y desequilibrios. Por eso es importante poder potenciar nuestras capacidades institucionales. No menos cierto es que en estos 40 años ininterrumpidos de democracia, uno de los temas pendientes sigue siendo el cumplimiento real y efectivo de aquellos derechos sociales que se vinculan directa o indirectamente con la información y la participación ciudadana sobre asuntos ambientales. Todo un tema por delante en la constante tarea de la construcción de nuestra Nación.
Un visionario
Hace 51 años, desde su exilio en Madrid, el General Juan Domingo Perón (quien para ese entonces era considerado como el “primer trabajador” y ahora se mostraba al mundo como “el primer ambientalista”) un 21 de febrero de 1972 difundió su «Mensaje (ambiental) a los Pueblos y Gobiernos del Mundo», con dicho comunicado pretendía dejar un claro y contundente mensaje ambientalista. Este documento refleja cuestiones tan vigentes como actuales. Perón entre otras cosas expresa: «Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología, y de la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esa marcha, a través de una acción mancomunada internacional. El ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas. Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización del automóvil que se asienta sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización, seguridad y contaminación en las ciudades, y que agrava las consecuencias de su vida sedentaria. No menos grave resulta el hecho de que estos sistemas sociales en los países tecnológicamente más avanzados funcionan mediante el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo”.
La casa común
Más acá en el tiempo, el Papa Francisco en su Carta Encíclica Laudato Si´, sobre el “Cuidado de la Casa Común” también dice lo suyo: “Hago una invitación urgente a un nuevo diálogo sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta. Necesitamos una conversación que nos una a todos, porque el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces, nos interesan y nos impactan a todos. El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva”.
Nuestra casa
En nuestra ciudad podemos afirmar con hechos verificables que en la actualidad hay una gestión que supo darse la posibilidad de proyectar una ciudad saludable, con la implicancia de intervenir y planificar el espacio que habitamos con un mensaje de compromiso no sólo con palabras sino también con hechos en materia del cuidado del ambiente, todo ello en función de este tiempo y de los años que vendrán por delante en nuestras vidas y de las generaciones que nos sucedan. Ante la realidad imperante, se ha sabido estar de una manera comprometida y horizontal junto a las organizaciones de la sociedad civil uruguayense, entendiendo que son actores indispensables para estar a la altura de los desafíos actuales, contemplando políticas de gestión desde una perspectiva de sostenibilidad, apostando fuertemente al cuidado de nuestra casa común.
Partiendo del hoy y pensando hacia adelante, creo con firmeza que en este tema nos salvamos juntos y abrazados como hermanos o corremos el riesgo de perdernos por separado en una larga noche y en penumbras. Abordar este tiempo y el que viene no sólo preocupados sino también ocupados, es una manera de enfrentar en conjunto la crisis climática (entendiéndose como una crisis de civilización, ya que es provocada por la acción de los propios seres humanos). Como dijo un amigo “ambientalista”, para cuidar la “Casa Común” debemos cuidar nuestro “Pago Chico”, por eso sigamos propiciando la participación pública en el proceso de toma de decisiones y mediante el acceso a la justicia en asuntos ambientales luchemos juntos por una Justicia Socioambiental.
(*) Secretario de Gobierno de la Municipalidad de Concepción del Uruguay desde el 2019. Presidente de Bloque Concejales del PJ 2017-2019. Presidente Comisión Hacienda y Presupuesto 2015-2019. Decano del Colegio Mayor Universitario de Santa Fe 2003-2004.