Por Carlos Heller
Las principales fuerzas opositoras continúan dando señales de lo que harían en caso de asumir la gestión del gobierno en diciembre de este año. En un encuentro convocado por la Sociedad Rural Argentina, los/as precandidatos/as a la Presidencia parecían competir por ver quién ajustaría más y a mayor velocidad.
Patricia Bullrich expresó: “No tenemos más tiempo. Basta de decir que no podemos, que venimos de a poco, que venimos al trote y no al galope”. ¿No hay tiempo para qué? ¿Y al galope, es decir, “con prisa y aceleración”, como dice el diccionario? Los precandidatos y la precandidata promovieron, ya sea el déficit fiscal cero, o incluso superávit fiscal, devaluación, tipo de cambio unificado (una metáfora de la devaluación) y eliminación o reducción de las retenciones.
En ningún momento se dejó en claro cómo llegarían al déficit fiscal cero, o al superávit, ocultando que sus políticas deberían apoyarse en una poda descomunal del gasto público primario, que necesariamente impactará en las prestaciones sociales. Si además proponen eliminar retenciones y otros impuestos, hará falta un ajuste aún mayor para compensar la reducción de ingresos fiscales y no generar déficit.
Por otro lado, ¿cómo devaluarían sin que se vean afectados los precios de los bienes y servicios que consume la población? Casi seguramente se generaría un alza extendida, con niveles bien por encima de los actuales que, cabe decir, son ya de por sí muy elevados. No hay que perder la memoria. En 2015 el entonces candidato Mauricio Macri dijo que la inflación no iba a ser un tema en su gobierno y la realidad terminó yendo en la dirección contraria.
Independientemente de las supuestas “internas” en la coalición de Juntos por el Cambio, y más allá de los matices o diferencias de intensidad, el planteo de fondo en cuanto a políticas a aplicar es el mismo.
Programas del FMI
En el habitual informe de Perspectivas de la Economía Mundial, el organismo acaba de modificar la proyección de inflación para Argentina, que pasó del 60 al 88%. También redujo su proyección de crecimiento del PIB para este año, del 2 (ratificada hace apenas dos semanas) al 0,2%. Resulta esencial considerar que el contexto de aguda sequía debería ser contemplado en su total magnitud en la próxima revisión trimestral, dado el reconocimiento explícito, por parte de las principales cabezas del FMI, del significativo impacto que ha tenido.
Precisamente, la primera subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, señaló que, “para asegurarse de que va en la dirección correcta (el programa económico argentino) requiere confianza en que habrá Reservas suficientes y que la política fiscal seguirá siendo consistente con la reducción de la inflación, lo que requiere medidas fuertes para contener el gasto fiscal. También requiere que el gasto esté bien focalizado”. Estas declaraciones van en línea con la visión general que tiene el FMI para todos los países. En el documento introductorio de “Perspectivas de la Economía Mundial” se sostiene: “los gobiernos deben procurar adoptar una orientación en general restrictiva, y a la vez brindar apoyo focalizado a quienes se ven más afectados por la crisis del costo de vida (…) se ha de recurrir a medidas temporales de apoyo según sea necesario, conforme lo permita el espacio fiscal”. Las prioridades están bien claras y son de signo ortodoxo: lo importante es el ajuste.
Argentina está en una situación de mayor exposición a las políticas ortodoxas debido a que, al endeudarse con el FMI, el macrismo instaló en el país el monitoreo trimestral de ese organismo. Es algo con lo que hay que lidiar. No obstante, a diferencia de otras épocas, el gobierno argentino gestiona la política económica con las restricciones que impone la coyuntura, como la sequía, pero con independencia de ciertas “recomendaciones” del Fondo. La ley de moratoria previsional enviada por el Ejecutivo y aprobada hace poco por el Congreso de la Nación, el Programa de Incremento Exportador, o el canje de deuda de los organismos públicos son algunas muestras de que el Estado utiliza distintas herramientas para morigerar o revertir circunstancias de la coyuntura actual.
En este sentido, el presidente Alberto Fernández fue categórico en sus declaraciones de hace unos días: “No nos van a asfixiar, y más cuando estamos viendo lo que vivimos”, a lo que agregó que no va a renunciar a que el Estado proteja a los ciudadanos y a las empresas y remarcó: “Otros (por la oposición de JxC y los libertarios), que sigan considerando que el Estado está de más, apostando a que desaparezca”.