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jueves, diciembre 12, 2024

Yo digo… Las redes sociales alteran el desarrollo del cerebro

Por David Bueno

En el transcurso de una generación, la generalización del uso de las redes sociales entre personas de todas las edades y condiciones culturales y socioeconómicas ha cambiado radicalmente el panorama de las interacciones sociales. La primera generación que se ha encontrado este nuevo panorama son los adolescentes actuales, que empezaron a vivirlo ya desde la infancia. ¿Puede influir el uso indiscriminado de las redes sociales en el cerebro de los adolescentes y, por extensión, en su forma de ser?
Es la pregunta a la que han intentado responder la psicóloga Eva Tezler y sus colaboradores de la Universidad de Carolina del Norte, en EE.UU. Investigaron si consultar con frecuencia las redes sociales implicaba alguna diferencia en la actividad y el desarrollo cerebral de los adolescentes respecto de los que sólo las utilizan de vez en cuando. Las conclusiones del estudio, que se han publicado en la revista JAMA Pediatrics, son categóricas. Hay diferencias significativas, pero aún no se puede decir qué consecuencias podrán tener a medio y largo plazo.

Una época de poda neuronal
La tecnología digital aplicada a las redes sociales proporciona un alud constante e impredecible de estímulos positivos y negativos que, en el caso de los adolescentes, los toma en un momento en que están construyendo las estructuras neuronales básicas de la juventud y la edad adulta. Es una época en la que el cerebro es especialmente plástico. Desaparecen muchas conexiones neuronales en un proceso que se llama poda neuronal y, al mismo tiempo, se forman muchas nuevas.
Tezler y sus colaboradores parten de una realidad aparentemente inevitable: todos los adolescentes utilizan las redes sociales. Por tanto, su investigación se centra en ver si existen diferencias entre los que las utilizan muy a menudo y los que las utilizan de vez en cuando. Los investigadores pidieron a un grupo de 169 voluntarios de 12 y 13 años que dijeran cuántas veces consultaban las redes sociales todos los días, básicamente Facebook, Instagram y Snapchat. Las respuestas fueron desde menos de una vez al día a más de 20. A partir de aquí, les hicieron un seguimiento de la actividad cerebral durante 3 años, visualizándola una vez al año mediante una resonancia magnética funcional.
A lo largo de los 3 años, cada vez que se analizaban los patrones de funcionalidad del cerebro se hacía en dos condiciones distintas: cuando los adolescentes veían una cara nítida sonriendo o, alternativamente, una cara borrosa, después de una interacción social a través de las redes que podía serles satisfactoria, neutral o hacerlos sentir mal, para poder compararlas. Examinaron varias regiones del cerebro y vieron diferencias en cuatro: la amígdala, implicada en la generación de los estados emocionales; el estriado, que genera sensaciones de recompensa y permite anticipar futuras recompensas; la ínsula, implicada en el procesamiento emocional y la toma de decisiones; y la corteza prefrontal, donde se encuentran las redes neuronales que permiten reflexionar, planificar y gestionar los estados emocionales.

Hipersensibilidad social
Al principio del estudio, los científicos observaron que los jóvenes que más veces consultaban las redes sociales mostraban menos sensibilidad que los demás a las interacciones sociales. Dado que en este trabajo no se dispone de datos previos a los 12 años, no se puede decir si esta menor sensibilidad inicial es la causa o una consecuencia. En ambos casos, la diferencia es importante: indica que o bien hay personas con mayor predisposición a hacer un uso excesivo de las redes sociales o bien que el uso excesivo de estas redes en la preadolescencia disminuye la sensibilidad social.
Sin embargo, según este estudio, a medida que pasan los años, en los adolescentes que mantienen un uso excesivo de las redes sociales, las estructuras cerebrales implicadas en la generación emocional aumentan mucho su actividad, hasta el punto de superar claramente la de quienes las consultan sólo de vez en cuando. Según Tezler, la conclusión principal es que “los adolescentes que crecen utilizando muy seguido las redes sociales acaban siendo hipersensibles emocionalmente en las interacciones sociales, lo que podría favorecer mayores comportamientos sociales compulsivos en el futuro”.
Los autores del estudio también remarcan que, al fin y al cabo, estos resultados reflejan que el cerebro de los adolescentes, con su gran plasticidad, se adapta a navegar por un mundo cada vez más digital y que las consecuencias finales, si los hay, no las podremos saber hasta dentro de unos años, cuando sean adultos. Y por eso hay que estar alerta.

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