Bautismo
María Naveira recibió en la Basílica Inmaculada Concepción el sacramento del Bautismo.
Santoral
Los católicos recuerdan hoy a San Benito Biscop. Tal vez las palabras más apropiadas para alabar a San Benito Biscop son las que se encuentran en la Vita quinque sanctorum abbatum del venerable San Beda: “Fue confiado por sus padres a los siete años para que lo educara y se convirtió así en mi más ilustre discípulo y en una de mis mayores glorias”. A los 25, Benito renunció a los favores del rey Oswiu para ponerse al servicio del verdadero Rey, Jesucristo, y recibir no un corruptible don terrenal sino un reino eterno en la Ciudad Celestial; abandonó su casa, sus familiares y la patria por Cristo y por el Evangelio, para recibir el céntuplo y poseer la vida eterna. En 653, después de haber hecho su elección, Benito hizo el primero de sus seis viajes a Roma para manifestar su devoción a los santos Pedro y Pablo y al Papa, como, también, para buscar modelos de vida y de instituciones monásticas, tanto en Roma como en los varios lugares por donde pasaba. Con razón pudo decir en su lecho de muerte: “Hijitos míos, no crean que me inventé la constitución que les he dado. Después de haber visitado diecisiete monasterios, de los que traté de conocer perfectamente las leyes y las costumbres, reuní las reglas que me parecieron mejores y esta selección es la que les he dado”. En Lerino, por ejemplo, durante el segundo viaje a Roma, en el 665, permaneció casi 2 años. No sólo se contentaba con buscar modelos de vida, sino, también, numerosos libros, documentales iconográficos, reliquias de santos, ornamentos sagrados y otros objetos que sirvieran para el culto en perfecta sintonía con la Iglesia de Roma.