Por Andrés Asiain
El Fondo Monetario Internacional aprobó hace unos días el desembolso de 3.800 millones de dólares del crédito de facilidades extendidas tomado por la administración de Alberto Fernández, durante la gestión en Economía de Martín Guzmán. Con ese monto, se recupera parte de los 4.899 millones de dólares que el país le pagó el último trimestre al mismo organismo por el crédito stand-by que había tomado Mauricio Macri a finales de su gestión.
Así, el gobierno del Frente de Todos sigue enredado en un monitoreo constante e inflexible de su política, que mantiene a toda la economía en un elevado nivel de incertidumbre, sin recibir más financiamiento que el necesario para ir repagando los 44.000 millones de dólares con los que el FMI premió a la desastrosa gestión de Mauricio Macri. Un préstamo catastrófico para el país, cuyas consecuencias advertimos entonces y denunciamos cuando se efectivizó; empréstito que repudiamos hoy cuando el azote cae otra vez sobre el pueblo argentino y lo seguiremos rechazando por los próximos 100 años.
El actual Gobierno renegocia mal y, de yapa, legitima aquel irregular crédito otorgado a la gestión de Cambiemos al tomar otro que dejará a la Argentina endeudada y bajo la tutela del Fondo por muchos años más. Algo que, por razones difíciles de entender, la mayor parte de los economistas de todo color político calificó como un acuerdo “exitoso” hace pocos meses atrás.
Niveles peligrosos
El staff del organismo señala en su informe que desde la firma del acuerdo en marzo de este año, “se disparó la inflación a niveles peligrosos, se desplomó el valor de los bonos, cayeron las reservas y aumentó la brecha cambiaria”.
Sin embargo, en lugar de cambiar el rumbo de sus políticas, el FMI recomienda profundizar el camino del ajuste fiscal y monetario. Ahora el ajuste fiscal se concentraría no sólo en reducción de los subsidios, sino en las políticas sociales, que sufrirían un recorte incluso mayor, equivalente al 0,7% del producto. Su receta de toda la vida, pero empeorada conforme pasan los años.
El achique vendría en gran medida por no actualizar las prestaciones al nivel de la inflación, diagnóstico escondido bajo el eufemismo de que la “mejora en la provisión de asistencia social está respaldada por esfuerzos para reducir la indexación de beneficios”. Además, ante la posibilidad de que las jubilaciones y asignaciones mejoren su poder adquisitivo ante un proyectado (pero poco probable) descenso de la inflación el año próximo, se indica que el Ministerio de Trabajo está estudiando una nueva reforma de la fórmula indexatoria.
Pese a reconocer que la alta inflación tiene fuertes componentes inerciales, no toma medidas al respecto, insistiendo en una baja del financiamiento monetario al Gobierno como la herramienta para reducir los aumentos de los precios.
Lo paradójico es que esa reducción del financiamiento sólo cuenta para el gasto en salarios, jubilaciones o política social, ya que se deja que el Banco Central emita libremente para mantener a flote el valor de los bonos en pesos, alimentando las presiones sobre el dólar financiero.
La confianza del mercado
La reducción del gasto público que lleva adelante Sergio Massa tiene varios objetivos de política económica. Por un lado, mostrar al FMI y a los mercados que se está dispuesto a ordenar las cuentas públicas y seguir cumpliendo los compromisos fiscales y monetarios pactados. Por el otro, una concepción monetarista errada sobre las causas de la inflación, donde todavía se cree que el menor gasto público financiado con emisión va a contribuir a disminuir el ritmo de aumento de los precios. Ese diagnóstico ya mostró su fracaso en materia de control de la inflación durante la gestión Macri y volverá a fracasar en el presente. Como botón de muestra, estímese el impulso inflacionario que generarán los recortes en los subsidios a los servicios públicos.
Hay más: la reducción del gasto es busca provocar una merma de la demanda, que al deprimir la producción y los ingesos, induciría una baja en las importaciones y así ahorrar más dólares para fortalecer las reservas… y pagarle al FMI.
El FMI insiste en que haciendo políticas ortodoxas monetarias y fiscales para darle confianza a los mercados, bajarán la inflación y se accederá a los mercados financieros para refinanciar la impagable suma de vencimientos de deuda externa pública y privada que acecha a la Argentina durante los próximos años. Una utopía que fracasó, fracasa y fracasará generando un gran daño social y económico al país.



