Hojas Sueltas… Empresas y estados

Por Ariel Vercelli

En medio de fuertes conflictos internos en Estados Unidos, una nueva campaña electoral atravesada por el odio, las noticias falsas y las manipulaciones, la administración de Joe Biden siguen alimentando las tensiones externas con Rusia y China. Hace unos días Estados Unidos amplió sus sanciones económicas con el objeto de prohibir que sus corporaciones exporten a China tecnología y chips avanzados para inteligencias artificiales. Desde las corporaciones tecnológicas norteamericanas AMD y Nvidia, ambas dedicadas al diseño de chips, expresaron que los nuevos requisitos de licenciamiento, impuestos por el gobierno, podría impedirles exportar a China sus productos, incluyendo entre esos desarrollos, el chip para el chip para Inteligencia Artificial (AI) de AMD, llamado MI 250. Las sanciones son, de hecho, la continuidad del bloqueo que la administración de Donald Trump inició contra la compañía Huawei en 2019, e incluso a AMD y Envidia podrían sumarse pronto empresas como la coreana Samsung o la taiwanesa TSMC. El objeto de las nuevas restricciones es ralentizar el desarrollo chino sobre inteligencias artificiales, entre otros, sobre el aprendizaje de máquinas procesamientos de lenguajes naturales, reconocimiento de imágenes o simulaciones para armas y ejercicios militares.
El Ministerio de Comercio de China expresó que su oposición a las medidas norteamericanas que, además de violar los derechos de sus empresas, complejizan las cadenas de suministros globales. Ahora bien, ¿cuán efectivas podrían ser estas sanciones contra el gigante asiático? Recordemos a que a horas de las nuevas sanciones económicas, las acciones de los fabricantes chinos de chips para inteligencias artificiales como Tsinghua subieron hasta el 10% de su valor, e incluso la empresa TechInsights acaba de presentar sus chips de siete nanómetros, es decir dentro de la vanguardia tecnológica mundial.
En esta confrontación hay algo más que una disputa tecnológica: hay grandes intereses políticos. A esta escala, no existe separación entre estas las megas compañías y sus estados. Las empresas, por grandes que sean, no son más importantes que sus propios países, no hay diferencias entre el Estado y sus grandes corporaciones privadas, funcionan en tándem con sus gobiernos. Ni a Google, Facebook o Amazon se les ocurriría hacer algo distinto a los intereses de Washington.
En el caso chino ocurre exactamente lo mismo. Las corporaciones son el Estado y, aunque se enfrenten ocasionalmente puertas adentro, cuando se trata de asuntos externos no hay rivalidades domésticas que obstaculicen los intereses nacionales.