Por Alfredo Serrano
El término de “Segunda Ola Progresista” nace como consecuencia del anhelo de encontrar una única categoría que permita explicar como un “todo” el conjunto de procesos políticos que se vienen sucediendo en América Latina en el último lustro (2017-2022).
Las victorias de López Obrador en México, Alberto Fernández en Argentina, Luis Arce en Bolivia después del golpe de Estado, Pedro Castillo en Perú, Gabriel Boric en Chile, Xiomara Castro en Honduras y Gustavo Petro en Colombia, constituyen un nuevo fenómeno geopolítico. Estos nuevos gobiernos tienen como factor común el freno al neoliberalismo en cada uno de sus países y, además, que se desarrollan en un tiempo histórico distinto al de la llamada “Primera Ola Progresista”. Sin embargo, sería erróneo asumirlos como bloque monolítico y homogéneo.
La historia política chilena no es comparable con la mexicana, ni la colombiana con la boliviana. Cada proceso tiene sus tensiones. No debemos descuidar las diferencias en cuanto a los propios liderazgos. Con biografías desiguales, inclusive por un asunto estrictamente etario. Unos estuvieron en la cárcel y otros en luchas universitarias; alguno viene del ámbito rural y otros de la gran ciudad; los hay con experiencia en la gestión pública y aquellos que nunca habían gobernado antes. Todo esto matices deben tenerse en cuenta a la hora de radiografiar este segundo momento histórico en América Latina, porque nos ayudará a explicar las potenciales divergencias que puedan surgir en los próximos meses y años. Dicho de otro modo: si uno de estos procesos se tambalea, como ha sido el caso de Chile con la derrota en el plebiscito constitucional, no deberíamos aceptar en absoluto esa idea de que después viene el fin del ciclo progresista en la región.
Hasta ahora han demostrado grandes contrastes en política exterior, en los temas económicos, en la forma de comunicar, en los horizontes de lo posible, en la forma de relacionarse con el adversario y con sus propias bases sociales, en la manera de ganar autoridad, en el ritmo en la toma de decisiones y también en el grado de moderación de sus acciones.
Como ocurre con la fluidinámica, hay que estudiar cada ola a fondo y conocer sus propiedades y composición: su amplitud, la pendiente, su periodicidad, su cresta, su valle, su depresión y su tipología de onda. Porque ni toda ola es igual a la anterior, ni siquiera toda ola es uniforme.










