Yo digo… Educación de plataformas: jaque a la educación pública (Primera parte)

Por Sebastin Lorenzo (*)

El 26 de junio de 1884, el Congreso sancionó la Ley de Educación fundacional del sistema nacional de Argentina. Desde ese momento y hasta nuestros días si hay algo que distingue a la educación en nuestro país es su carácter de “laica, gratuita, común y obligatoria”.
En los últimos días se anunció el aterrizaje de la “primera escuela Google de Hispanoamérica”, que estará emplazada en el municipio de Vicente López, provincia de Buenos Aires. El establecimiento en cuestión se llama Manuel Dorrego, es de formación primaria y según trascendió en los medios la empresa se encargará también de la capacitación de sus docentes.
La noticia de esta escuela llega a una semana de otra “bomba Google”, un cable de fibra óptica en Argentina que, una vez operativo, se convertirá en el más largo del mundo. La autorización del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom) avala que todo está en regla y se sabe también que la compañía a cargo del proyecto será Google Infraestructura Argentina SRL. El cable ofrecerá una conexión con una velocidad de unos 15.03 TB por segundo y bajará desde Carolina del Sur en Estados Unidos hasta Las Toninas, en la provincia de Buenos Aires.
Desde hace unos 20 años el ecosistema digital mundial propone desafíos para la cultura analógica. Así, el correo postal cedió terreno frente al email, los libros y diarios pierden su lucha contra la tinta digital, los cines o videoclubs son reemplazados por las plataformas de contenido a demanda y podríamos seguir con cientos de ejemplos similares.

La vida como un videojuego
Hace algunos meses Facebook hizo temblar el mundo tech al anunciar algo que se viene cocinando desde hace años: el Metaverso. Para explicarlo simple se trata de la nueva forma en la que vamos a navegar la web, en modo tridimensional, utilizando gafas de realidad virtual, con mundos inmersivos y donde nuestro ser se transformará en un avatar, una entidad que podrá vivir todo tipo de sensaciones y experiencias sin moverse de su domicilio físico.
En términos estéticos y prácticos podemos imaginar al metaverso como un enorme videojuego en el que pasaremos gran parte de nuestras vidas, al que se le incorporarán todo tipo de edificios virtuales que podremos visitar, como por ejemplo cines, supermercados, centros de deportes, shopings y obviamente: instituciones educativas.
Pensemos específicamente en cómo puede impactar esto en el mundo de la educación. En 2021 en nuestro país ya existían alrededor de 19 millones de gamers según la Asociación de Deportes Electrónicos y Electromecánicos Argentina. Es decir, cada 10 personas que vemos por la calle 4 o 5 ya están habituadas a los entornos de videojuegos. ¿Qué porcentaje de esos ciudadanos, ya adaptados al mundo de la navegación en tres dimensiones, son actualmente docentes y qué porcentaje son potenciales alumnos de las futuras escuelas en el metaverso? Es una asimetría que el sistema educativo estatal tendrá que analizar y corregir lo más rápidamente posible si quiere liderar el proceso.

Cambio de prácticas y oficios
En estas las escuelas digitales podrá dar las clases de historia el propio San Martín, que será recreado mediante inteligencia artificial o podremos aprender cómo funciona el cuerpo humano caminando en su interior, navegando entre venas y arterias. Recorrer un museo como el Prado de la mano de Velázquez, ser espectador de una charla TED de Albert Einstein o Platón serán actividades habituales en las escuelas del Metaverso.
No sólo los alumnos, también docentes y administrativos verán modificados sus oficios. Los profesores y asistentes virtuales trabajan 24 por 7, los 365 días del año, del mismo modo que ya lo hacen los tutores y asistentes de los videojuegos en línea. Las escuelas del metaverso no necesitan personal de limpieza, celadoras ni jardineros que corten el césped. También se reducirán las horas laborales de los docentes, que se remitirán a dar clases, pero ya no a tareas que llevaban horas y pueden ser realizadas por un sistema informático, para generar materiales didácticos, evaluar exámenes o pasar planillas.
El desembarco de estos nuevos formatos y prácticas en la educación es inexorable, cuestión de tiempo
Todas estas maravillas necesitan de hardware como computadoras, fibra óptica, servidores y periféricos. También necesitarán software en cantidades industriales. De hecho, se espera que muchos de los puestos laborales que se perderán en el cambio puedan ser absorbidos por oficios informáticos entre los que se destacan centralmente los analistas de sistema y los programadores.

(*) Sebastián Lorenzo es presidente de la Fundación Sociedades Digitales (www.sociedadesdigitales.org)