Celeste Pérez (*)
En el año del 104 del natalicio de Eva Perón creemos oportuno reflexionar sobre la concepción del poder que se puso en marcha a partir de los cortos e intensos siete años de su actuación pública.
Somos un Pueblo iluminado al hacer del amor el eje conductor de la política. Esa es la gran revolución que en este bendito País produjo el Movimiento Peronista. Y la impulsora fue, es, La Mujer Inmortal: valiente, decidida, sin vacilaciones en las horas difíciles que tuvo que afrontar. María Eva Duarte comenzó a ser Evita, la revolucionaria, la abanderada de los humildes. Porque si Eva Duarte ha trascendido como «Evita» es precisamente por haber levantado su voz contra las estructuras injustas del privilegio.
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Toda su vida y su obra tienen una rigurosa vigencia, fundamentalmente en estas atroces circunstancias, que aún no terminamos de transitar donde la salud del Pueblo se enfrenta a una terrible pandemia. Su forma de concebir al poder (como el instrumento del Estado para que este sea el que resguarde y beneficie la vida por sobre todas las cosas), privilegiando al conjunto por sobre intereses económicos.
En la firmeza y el accionar de Evita encontramos las raíces de la solidez y la certeza de nuestros Gobiernos, desechando posturas demagógicas, oportunistas y acomodaticias, que sostiene con coraje y convicción, los altos intereses de todos los argentinos por sobre los sectoriales.
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Obviamente que la defensa de los intereses populares afecta a los mezquinos y avarientos que hacen sus riquezas gracias al sacrificio y sudor de los más desprotegidos; entonces avanzan con mentiras, amenazas y poderes mediáticos sobre la sensatez y la razón. Realizando convocatorias falaces cuyos resultados pueden agravar aún más la situación, pero no lo hacen porque somos malos, lo hacen pues se está hablando de equidad, de solidaridad y estas actitudes implican que deban entregar migajas, de lo que han obtenido protegidos por un estado neoliberal a su servicio.
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Continuando el pensamiento y la acción de Eva Perón, decimos fervientemente que apoyamos el impuesto permanente a la riqueza y no solamente el aporte única vez. Y que la deuda externa que contrajeron los capitales concentrados financieros “la paguen los que la tomaron”.
Al hablar de Evita, no hablamos de historia, hablamos de presente, hablamos de futuro, hablamos de hombres y mujeres dignos.
Evita al amar incondicionalmente al Pueblo, lógicamente se opuso con contundencia a los explotadores, a la oligarquía y a los traidores del campo popular
Repitamos con ella estas pocas pero irrefutables palabras: “Perón nos ha enseñado que la felicidad del pueblo es lo primero; que no se puede hacer la grandeza de un país con un pueblo que no tiene bienestar.”
(*) Profesora. Consejo Provincial Partido Justicialista.