Carlos Heller
El Gobierno avanza con una estrategia de múltiples frentes para estabilizar los precios, de forma tal de consolidar la recuperación y avanzar con la mejora de los indicadores sociales, los cuales empezaban a mostrar mejoras tras atravesarse lo peor de la pandemia, cuando se sumaron los inconvenientes de la guerra en Ucrania. Hay que decir que, más allá de las diferencias de cada caso, la problemática inflacionaria hoy se observa en casi todo el mundo. En los países desarrollados, inmediatamente antes de la guerra, la inflación alcanzaba niveles récord de las últimas décadas, más que duplicando las metas de sus bancos centrales. En febrero, en Estados Unidos la inflación minorista fue de 7,9% interanual (i.a.) (máximo desde 1982), en la Eurozona del 5,9% i.a. (el más alto desde 1991) y en Canadá del 5,7% (el récord desde 1991). Con la guerra esta dinámica cobró mayor impulso.
En España, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), los valores adelantados de marzo (9,8% i.a.) se aceleraron más de dos puntos porcentuales respecto de febrero (7,6%) y son los más altos desde 1985. En términos mensuales la inflación fue del 3%, contra un 0,8% observado en febrero. Ante ello, se anunció el establecimiento de un subsidio sobre todos los combustibles, un alza en el ingreso mínimo vital para las familias más vulnerables, y un tope en las subas de alquileres durante tres meses.
Según un informe de la Unctad, organismo de Naciones Unidas, el aumento de los precios de los alimentos y del combustible “tendrá un efecto inmediato en las poblaciones más vulnerables en los países en desarrollo, provocando hambre y dificultades en los hogares que gastan la mayor parte de sus ingresos en alimentos”. En este marco, señala el informe, “el peligro para muchos de los países en desarrollo que dependen en gran medida de las importaciones de alimentos y combustibles es más profundo”. También se dan estas circunstancias en países como Argentina, que no importan alimentos sino que son grandes productores. En estos casos también están aumentando los precios, una paradoja inadmisible.
Aquí el problema es que hay sectores que no quieren resignar márgenes de ganancia. Ante esta situación el Estado debe bregar por el desacople entre los precios domésticos y los internacionales. No se puede permitir que se carguen en el mercado interno valores que nada tienen que ver con los costos domésticos ni con el bolsillo de la mayoría de los argentinos.