Va siendo hora

Por Esther Vivas

La maternidad no debería ser sacrificio sino goce. Sin embargo, no lo es. ¿Por qué? Porque maternamos en una sociedad hostil al cuidado y a la crianza, donde ser madre implica tenerlo casi todo en contra.
Porque nos imponen un ideal de buena madre inasumible e indeseable, un prototipo de maternidad romantizada que nada tiene que ver con la realidad.
Porque nos discriminan a nivel social, económico y laboral por el sólo y siemple hecho de ser madres.
Porque no nos permiten decidir sobre nuestro cuerpo y sufrimos abuso, violencia y maltrato en nuestro embarazo, parto y lactancia.
Porque reducen la mujer a madre, y más allá de ser madres tenemos otros intereses, inquietudes y vida propia.
Como he señalado en esta columna, las creencias en torno a la maternidad suelen ser idealizadas. La publicidad, los medios de comunicación y las redes sociales son las encargadas de construir un ideario que dista mucho de la cotidianidad de las miles de mujeres.
Las expectativas y la presión social que se ejerce sobre las madres que dejan de ser mujeres, trabajadoras, amantes, amigas, para transformarse en proveedoras exclusivas de bienestar para sus hijos, necesitan ponerse en discusión. La maternidad no es una condición ideal para muchas mujeres, las dificultades que se presentan en torno a esa condición, no suelen ser compartidas por diversos motivos: en primer lugar «por el deber ser» o la necesidad de encajar en un estereotipo de madre capaz de soportar y relegar absolutamente todos los aspectos de su vida relacionados con su individualidad. Por otro lado, las presiones sociales y laborales a las que son sometidas no suelen ser tenidas en cuenta por los empleadores ni por las propias parejas. Los momentos de incertidumbre, de tristeza, de rabia y, sobre todo, de mucho miedo abundan en quienes cumplen el rol de madres, no importa la edad ni la condición socioeconómica.
Ya va siendo hora de reivindicar una maternidad feminista, con plenos derechos y libertad de elección, en el marco de una sociedad que coloque en el centro los cuidados y los considere una tarea colectiva.
Es el único camino para acabar con el sacrificio y el dolor materno, y poner el centro el goce y el placer de ser madres.