Bautismo
Lucia Solís fue ungida con los óleos bautismales en la parroquia San Roque.
El Arte de Vivir
Dada la difícil situación por la pandemia de coronavirus, la Fundación El Arte de Vivir desarrolló programas gratuitos de asistencia y ayuda para profesionales de la salud, así como en cárceles y barrios carenciados de toda la Argentina.
Aniversarios e imágenes familiares
Los lectores de LA CALLE que deseen enviar sus fotos referidas a cómo celebran sus aniversarios y viven la cuarentena desde sus casas pueden enviarlas –en forma gratuita- al siguiente correo electrónico: redacción@lacalle.com.ar para su publicación.
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Santoral
Los católicos recuerdan hoy a San Sabas, abad. Era hijo de un comandante del ejército, que tuvo que partir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Pero éste lo trataba muy mal y el niño de 8 años se fue con otro tío. Mas el segundo empezó a pelear con el primero exigiendo que le debían pasar a él la herencia del niño si querían que lo educara y, entonces, el joven Sabas, amigo de la paz, se fue a un monasterio. Después, los dos tíos se arrepintieron de lo mal que lo habían tratado y lo llamaron a que administrara sus cuantiosos bienes, pero él ya estaba hastiado del mundo y no quiso volver.
Después de pasar varios años en su tierra, dispuso irse a Jerusalén para aprender la santidad con los monjes de ese país. Y allí a varios kilómetros de Jerusalén se hizo una celda, cerca de los otros monjes anacoretas y se dedicó a una vida de oración y penitencia. Como era el más joven y forzudo, acarreaba el agua desde bastantes cuadras de distancia, conseguía la leche y trabajaba 10 horas al día, haciendo canastos para vender y con eso conseguir los alimentos para los más ancianos y débiles. Había días en que tejía diez canastos.
El más estricto y santo de los monjes de los alrededores, San Eutimio, lo invitó a irse a pasar los 40 días de la cuaresma en el desierto, donde ayunó Jesús y a dedicarse allí a ayunar ellos también. Sabas empezó con gran fervor, pero a los pocos días cayó desvanecido de tanta sed, a causa del intenso calor. San Eutimio oró con fe y apareció por allí cerca un nacedero de agua y así logró no morir de deshidratación.
Después de muerto San Eutimio, repitió Sabas muchas veces en su vida, la práctica de pasar los 40 días anteriores a la Semana Santa, ayunando en el desierto donde ayunó Jesús. Es terrible penitencia que sólo resisten quienes tienen una gran resistencia física. Sabas pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Pero luego empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad y tuvo que dedicarse a ayudarles a conseguir la perfección.
Llegó a tener 150 monjes cerca del Mar Muerto. Como por allí faltaba el agua, un día el santo vio a un asno hocear en el suelo y mandó excavar en ese sitio y apareció una fuente de agua que dio de beber a muchas gentes por bastantes siglos. Cuando tenía 50 años fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa.
Con la herencia que le dejaron sus padres construyó dos hospitales. San Sabas llegó a dirigir personalmente a muchísimos monjes y entre sus dirigidos hubo cinco santos canonizados. y la localidad de residencia.