Una escena espontánea en un escenario extraño: un automóvil flotando en el río, dos remeros de pie y un hombre hablando con gansos salvajes. La ciudad de Braunschweig quedó destruida luego de los bombardeos aéreos de la Segunda Guerra Mundial por lo que la reconstrucción de su infraestructura se volcó a los edificios históricos y a una compleja red de rutas y caminos con el propósito de modernizarla y orientarla al automóvil. Desde entonces se destaca por sus catedrales góticas, la pulcritud de los parques y su prolijo tránsito vehicular. Pero los esfuerzos y previsiones de ingenieros y arquitectos parecen insuficientes frente a la magnitud de los eventos climáticos actuales. Una suerte de recordación de que no hay armisticio posible para la batalla que libran cada día el orden y el caos.