Bautismo
En la parroquia María Auxiliada fue bautizada María Picart.
Grávida
Desde la parroquia San Roque se hizo saber que, bajo el lema: ‘Vos podés cuidar más vida’, si se conoce a alguien que tiene la intención de abortar se contacten con el 3442 515482, teléfono de Grávida.
Santoral
Los católicos recuerdan hoy a San Alejandro de Sauli, obispo. Nació en Milán en 1535. A los 15 años ya se atrevió a desbaratar un espectáculo inmoral en su barrio. A los 17, entró de religioso en la comunidad de los Padres Barnabitas y, una vez ordenado sacerdote, empezó a predicar con tal elocuencia y tan formidable doctrina que San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, lo invitó a predicar la cuaresma en su catedral, y a sus sermones asistían el arzobispo y el cardenal Sfondrati, quien, después, fue el papa Gregorio XIV y los dos personajes derramaban lágrimas de emoción al oírlo predicar. Fue nombrado superior general de su comunidad y San Carlos Borromeo lo designó como su confesor. Su fama llegó hasta el Santo Padre Pío V, quien lo nombró como obispo de la isla de Córcega. Fue consagrado por el arzobispo San Carlos. San Alejandro encontró a Córcega en el más lastimoso estado moral. Los sacerdotes eran poco instruidos, el pueblo tenía muchas supersticiones; los campos estaban infectados por bandoleros y entre las familias había terribles venganzas. Se propuso transformar ese ambiente y lo consiguió. Se consiguió varios religiosos de su comunidad y, reuniendo a todo el clero, les anunció que, desde entonces, se proponía enfervorizar lo más posible la vida religiosa de esa isla. Visitó una por una todas las parroquias exigiendo que se enseñara catecismo y se diera buen ejemplo. Predicaba en todas partes con gran entusiasmo y mucho fruto. Trabajó en Córcega durante 20 años y el cambio fue tan notable que las gentes lo llamaban «el apóstol de la paz» «el apóstol de Córcega». Construyó una bella catedral.
Dios le concedió el don de hacer milagros. Y así, por ejemplo un año en que se anunciaban malísimas cosechas y muchísima pobreza y escasez, pasó por los campos bendiciéndolos. Y, en ese año la cosecha fue mejor que en los demás años. Otra vez los piratas mahometanos llegaron con muchos barcos a atacar las costas de Córcega y, cuando la gente, huía despavoridas hacia las montañas, San Alejandro bendijo las aguas del mar y enseguida estalló una tormenta que alejó las naves de los piratas.