Por Gerardo Iglesias
De repente el dato que estaba guardado en un rinconcito, ahí a la espera de salir, lo hace uniendo pedazos de historias, de charlas con amigos, de comentarios y efemérides marcadas con cariño en programas de radio.
A inicio de la semana que culmina recordamos el nacimiento de Homero Manzi, pluma excelsa del tango y la poesía popular. Pero también fue uno de los fundadores de Forja y, tal como cuenta el amigo y profesor Gustavo Sirota, estuvo emparentado con nuestra ciudad por su madre, nacida en estas tierras. Y en esas relaciones apareció, porque si de tango hablamos, el Polaco, Roberto Goyeneche y su nacimiento fortuito en Urdinarrain.
Hincha sufrido de Platense, a lo largo de su extensa trayectoria, el Polaco ha grabado casi 2.000 tangos, para todos los gustos, con sus fraseos inconfundibles, marca registrada en la historia del tango. Hombre de mil leyendas forjadas en noches de tango y milongas, aumentadas por ciertas leyendas urbanas, de esas que tantos nos gustan pero que en su mayoría son mitos para nada fundados.
Y el Polaco se emparenta con estos pagos porque apuró a su mamá para salir, justo cuando ella viajaba rumbo a Buenos Aires. Esa localidad del departamento Gualeguaychú, en 1999, celebró sus 100 años y editó un libro llamado “Identidad” donde relata el episodio: “su madre embarazada viajaba en tren hacia Buenos Aires y al adelantarse el parto, tuvo que dar a luz en Urdinarrain. Lo recordó en su momento doña Santiaga Bondioni de Boero, la partera que se hizo cargo del alumbramiento. Al no encontrarse el médico de guardia, en ese momento, fue ayudada en el parto por esta enfermera rubia y muy joven. La ya desaparecida fue quien trajo al mundo al vasco “polaco”, y lo recordó siempre como “un bebé pelirrojo y muy pecoso”.
El Polaco también cantó en nuestra ciudad el 9 de agosto de 1973 en el tradicional boliche Búfalo, auspiciado por Sibsaya y su aperitivo Marcela, espectáculo que organizó la agencia Palassoli. Los organizadores, según recuerda LA CALLE en las páginas de esa época, debieron batallar mucho para convencer al cantor a viajar a nuestra ciudad. Al momento de recordar la actuación, el artículo expresaba que, “pese a la resistencia a viajar “por la distancia”, a su elevado cachet (por entonces el más alto) Horacio Palassoli “después de dos meses de esfuerzos y perseverancia logró convencerlo” y el Polaco terminó cantando en el tradicional lugar de calle 25 de Mayo.
Su carrera comenzó con la orquesta de Raúl Kaplún tras ganar un concurso de cantores, allá por 1947, que además le permitió dejar el colectivo que manejaba para ganarse el “pan que la vieja siempre dio”. Después vendría Horacio Salgan y el enorme Pichuco, Aníbal Troilo, con quien grabó la obra “Te acordás Polaco”, acaso uno de los mejores discos de tango que puedan existir, uniendo el talento sensible de Pichuco y el mejor momento como cantante del Polaco, con tangos históricos. Nada tiene fisuras en esa obra y es una de las puertas para que las nuevas generaciones comprendan, cabalmente, lo tremendo que es el tango como hecho artístico, como compendio de sensibilidad popular y arte excelso.
Al enorme aporte que le hizo el Polaco a la música popular está también, sin dudas, acercar a la juventud a poetas y escritores del tango, autores de obras que enriquecieron la cultura toda de nuestro país. Así, la voz del Polaco nos llevó a los versos de Homero Manzi, Discépolo, Cátulo Castillo, los hermanos Expósito, gentes de vida sencilla, que le ponía belleza a la vida diaria, al sufrir del laburante. Eran otros tiempos, es cierto, pero la belleza siempre debe estar presente, porque nos alivia al alma en momentos de angustia y nos alegra en tiempos de paz y armonía, permitiéndonos el disfrute de sus talentos.
Reconoció, además, al rock y sus creadores. Fito Páez, Charly García, Litto Nebbia, entre otros, fueron su debilidad. Se peleó con varios de sus colegas tangueros por ese acercamiento que no comprendieron, que ambos debían y deben coexistir, que hoy los tiempos son otros, ya sin soportes físicos, con predominancia de virtual, que la vitrola ya no está, que la borró primero el CD y luego lo virtual, la conectividad.
“Los años de la infancia pasaron, pasaron”, es cierto, pero los sentimientos son los mismos, el barrio está presente con nosotros, siempre, la vieja y los amores de siempre. Acercó generaciones por su modo de cantar y contar un género que nos identifica en el mundo, al que llegó en estas tierras, tan queridas por nosotros, por todos nosotros.