La biblia y el calefón

Por Ana Hernández

El budín de Mariela en su ralladura de limón se define el gusto. En realidad, nunca se sabe porque no cuenta sus recetas. Ese budín es el recreo del fin de semana o el gesto de amor más grande del mundo mundial. Me gustaría que me salga a veces también para que también me quieran. Eso mismo está pasando en la vida real; buscar la ralladura de limón a la vida. Quienes pecamos de intensidad y/o de pasión, en un contexto de hibridez, los excesos quedan para el diván.



En mi pueblo Macondo las personas hacen filas largas en los cajeros de los bancos de calles cortas, con cables en el cielo del Reino del señor, con sus oficinas alrededor de la plaza Ramírez. La conversación social se replica y visibiliza en las redes. Esta semana lo hizo la serie de una escritora como Claudia Piñeyro. La serie argentina de Netflix vincula en una misma trama la religión, el poder político, el poder judicial y el de los servicios de inteligencia. La polémica que comenzó hace dos semanas sobre el guion de una ficción titulada El reino. Esta fue acusada de discriminación a través de un comunicado de un Consejo de iglesias evangélicas. (Ya no te tiran con huevos esos son para el budín, ahora son comunicados). Se sintieron heridos por las personificaciones y la trama. El dolor también vale como argumento, exactamente lo mismo sucede a distintos colectivos que son estereotipados por el sentido común en el cual los medios tienen mucho que ver. Pero en este caso nada debe obedecer a la realidad ya que es una historia de ficción.

El espejo roto

Es un recurso reiterado la creencia que los medios de comunicación nos reflejan, cuando en realidad sólo nos refractan. Parece sutil la diferencia, pero es elemental. La otredad y su ejercicio son temas que valen más para una revista científica social que para una nota de domingo. Es por eso que siempre viene bien la metáfora del budín de limón. Es tanta la penetración tácita del discurso social y su reproducción masiva de imaginarios. Siempre viene bien recordar que a veces hacemos un budín para que nos quieran. Esto si tienen que ver con las faltas de perspectiva donde incluye la otredad. Maturana define en sus estudios al concepto de amor como concebir al otro como a mí mismo.

A mí también me duele…

Esto implica la otra mirada. Los textos tienen subtextos implícitos, pero no son fijos estos dependen de cada persona lectora. Dicen que cuando se arroja un escrito al universo ya deja de ser del autor/a y pertenece al mundo. La discusión anclada en las dicotomías y los antagonismos se vuelven pobres pero entretenidas. La conversación social cuando se ancla en ese lugar de antagonismos y deja de ser interesante, pero por sobre todas las cosas no produce puentes y por lo tanto tampoco encuentros. Encuentros que son vitales para la síntesis en términos dialécticos de Hegel y esa es la gran falencia de los tiempos que corren. Carecemos de una síntesis que no necesariamente debe ser permanente, pero si fundamental para la construcción del discurso social. No se puede discutir entre religión y lo otro, ya que lo otro es racionalidad. Racionalidad y fe no pueden tener diálogo entre sí.

Sujeto y predicado

El objeto de la trama no es la práctica religiosa, evidentemente muestra de manera “ficcional” los modos de construir un candidato. Hay lugares comunes y otros no tanto. Esto generó molestias; un poco ruido, los roles no fijos de héroes y anti héroes. Por lo tanto, tiene lograda la premisa del arte. El arte sino genera nada solo entretiene. El centro de la serie habla sobre los modos de construcción de poder, las esferas privadas y las esferas públicas. Las líneas mezcladas entre unas y otras como cuando un pastor se convierte en candidato.

La lectura dicotómica y la construcción de sentido serán temas recurrentes de aquí en más en la era del streaming (distribución digital de contenido multimedia a través de una red de computadoras, de manera que el usuario utiliza el producto a la vez que se descarga. La palabra retransmisión se refiere a una corriente continua que fluye sin interrupción).
Las producciones audiovisuales con estos contenidos forman parte de la narrativa de una clase social determinada con estos consumos. Lo que antes decíamos clase media. Netflix acaba de anunciar la segunda temporada y entonces cabe preguntar ¿molesta al poder real?
En el anuncio esta la respuesta.