
(*) Por Gerardo Iglesias
Sus casi dos metros sobresalían a pesar de estar sentado en la punta de la mesa, presidiendo la clásica reunión de los lunes, en la sede liguista del fútbol local. A su lado, Neris Bernay su eterno vicepresidente, mientras que a ambos lados de la larga mesa en la que se decidieron las mejores y peores horas del fútbol uruguayense, se sentaban delegados de los clubes. Nombres identificados con sus clubes, a los que defendían con pasión como Luis Bonus, Marín, Marcos Conte, Benito Caballero, Enrique Glezer, fueron algunos de la década del 90’. Había que bancar la parada. Y Ramón Roque Galotto la bancaba siempre. A veces ganaba, a veces daba marcha atrás, pero salía siempre para el lado que el quería.
Galotto estuvo al frente de la Liga de fútbol 33 años, casi la mitad de su existencia. Asumió en el 78 de manera insólita, modificando el reglamento porque no le gustaba. Siempre ligado al deporte, practicándolo o como publicista, integrante de legendarios equipos deportivos en la AM, con transmisiones automovilísticas, de básquet y algo de fútbol.
Hasta que se sentó en el máximo sillón liguista y para dejarlo recién en el 2011, cuando fue derrotado en elecciones por el colega Armando Cergneux.
En esos años, el Master fue partícipe necesario de los mejores logros del fútbol uruguayense. El sub campeonato argentino de selecciones, Copa Adrián Beccar Varela, en el año 1982, perdiendo la final con el poderoso Loma Negra de Olavarría. El juego de Atlético Uruguay en el Nacional de 1984, donde el Decano compartió zona con River, Huracán y Estudiantes de Río Cuarto. Un hito sin igual en nuestro fútbol, con la llegada al Plazaola del Millonario, siendo tapa de El Grafico, la más importante revista de deporte de ese momento y pisando el césped del Monumental ante el River de Cubilla que se iba armado con Francescoli, Gallego, Pumpido, entre otros.
Después llegaron las campañas de Gimnasia, donde también su figura contribuyó para que lleguen a lo más alto posible. No se dio en 1991 ante Nueva Chicago pero llegó en el 96. Y acá una mención especial, porque esos dos encuentros ante Patronato para definir una plaza en el Nacional B fueron el broche de la carrera de Galotto como presidente liguista. Ubicó a un equipo de su Liga en la segunda categoría del fútbol argentino. No es poca cosa. Y de esos partidos me persigue una imagen, como para recordarme todo lo que se jugaba en esos dos partidos. Ya consumada la victoria de Gimnasia, apoyado en la parecita de la platea del Núñez, con toda su humanidad apuntando hacia el césped a un “colega” paranaense y dedicándole el ascenso, porque sabía de primera mano lo que había operado para que el Negro se llevará la plaza.
Pero no fue eso sólo Galotto. Su paso potenció el fútbol de la ciudad, apostó por el fortalecimiento de los clubes, respaldando y motivando el fútbol infantil y juvenil a pesar de las peleas y discusiones por las cuotas, los árbitros y el costo de la apertura de las canchas. Cuando la cosa se ponía densa, cuando las reuniones se iban largas, golpeaba la mesa con esa manaza de dedos apretados para terminar el asunto: “la fecha se juega así” y pasaba lista de las canchas, horarios y partidos. Otros tiempos, otras gentes, duros pero respetuosos, buscando todos, Galotto y los delegados, lo mejor para sus instituciones. Tuvo detractores pero ellos también sabía que era fundamental su presencia al frente de todo.
Gran comedor de asado, en esos fueguitos que se prendían en la sede de la Liga tras alguna reunión semanal o en el quincho del edificio, con “el Chiqui” como uno de los asadores. Falleció el 9 de enero del 2018. Una de las salas principales de la sede que se adquirió bajo su gestión lleva su nombre. El mejor homenaje para quién dejó parte de su vida por hacer grande el fútbol nuestro de cada día.









