Señor director:
Cada vez que miro o escucho las noticias me gustaría gritarle a todo el mundo: ¡Aduéñate de tu vida, consolida tu autogobierno personal, no te dejes comprar, robotizar, o esclavizar por el sistema. Naciste ayer, te mueres mañana, y en el espacio intermedio se halla lo que se llama vida, un viaje por el planeta Tierra lleno de sorpresas e imprevistos en cronológica sucesión de acontecimientos, unos placenteros y otros no tanto, con los que tenemos que lidiar. En el año y medio transcurrido desde que apareció el covid-19, el mundo ya no es el mismo. Desde entonces la humanidad padece de tediosa incertidumbre e inseguridad. Pero como siempre nos acostumbramos a todo, definimos cada trance vivido con un resignado “Así es la vida”.
La vida es una continua secuencia de penas y alegrías, una escuela a la que no conviene faltar si queremos aprender por cuenta propia el arte de vivir. La vida zarandea a todos por igual, pero solo tiene sentido cuando uno puede ser quien es en todo lo que piensa y en todo lo que hace. Hay momentos favorables y momentos desfavorables, pero lo que realmente cuenta en la vida es saber diferenciar lo real de lo falso, y ser consciente de los propios actos (cómo, por qué y para qué uno hace las cosas).
El procedimiento para poner en acto todo lo que uno puede llegar a ser es efectivo cuando uno está debidamente fundamentado en los códigos universales de las leyes naturales y no en rebuscadas ideologías arbitrarias.
Los preocupantes acontecimientos del momento están poniendo a prueba nuestra capacidad de respuesta. Son asuntos difíciles de resolver, pero aún en las situaciones más extremas es posible elegir entre aceptar o rechazar, asumiendo las responsabilidades implicadas. La experiencia nos dice que afrontar una situación difícil es la manera más rápida y eficaz de transformarla en aliada. La transición de la rebeldía a la aceptación puede ser corta o larga, pero siempre ayuda a comprender que la vida es una escuela donde se aprende que todo por lo que hay que pasar es lo que nos toca para dinamizar el propio crecimiento personal.
Para comprender los misterios de la vida hay que estar dispuestos a convivir con lo que venga. Aceptar la vida como es da poder. En cualquier situación de la vida, lo más rentable es colaborar con lo inevitable, lo cual no significa ser conformista sino ganar tiempo para darle vuelta a la tortilla. La irritación y el desgarro pueden remediarse de varias maneras, pero no pueden erradicarse completamente de la experiencia humana.
Hay un proverbio indio que dice: “Si no quieres hacerte daño en los pies con las ramas puedes alfombrar todos los suelos del mundo, pero es más fácil y económico comprar un par de zapatos”.
También hay refranes que ayudan a entender: “Si la vida nos da un limón, nos hacemos una limonada”, y “si hallamos piedras en el camino, las recogemos y nos hacemos un castillo”.
Lucas Santaella