Oxígeno

Por: David Bueno

Respirar está indisociablemente ligado a la vida humana. Lo hacemos por primera vez al nacer, y no dejamos de hacerlo hasta el último aliento de nuestra vida. Respiramos para poder tomar el oxígeno del aire. Todos sabemos que es el oxígeno. Es uno de los elementos de la Tabla Periódica, donde ocupa la posición número 8, entre el nitrógeno y el flúor. Pocas sustancias reflejan tan bien la dualidad que determina nuestra existencia. Lo consumimos sin parar, como muchos otros seres vivos, pero lejos de acabarse los organismos fotosintéticos, como las plantas, se encargan de restituirlo.
Necesitamos energía para vivir, y la manera más eficiente de obtenerla es a través de la oxidación de determinadas biomoléculas en el interior de las células. Es imprescindible, pero al mismo tiempo es tóxico si tenemos demasiado, porque es muy reactivo.
Esta lucha entre contrarios pone de manifiesto uno de los paradigmas de la vida. Somos un delicado equilibrio condicionado por el oxígeno y la energía. Se calcula que, en el aspecto fisiológico, consumimos la misma cantidad de energía que una lámpara de 100 vatios. Ahora bien, con nuestras actividades diarias, como cocinar, utilizar electrodomésticos, desplazarnos y consumir cientos de productos que nos hacen la vida más fácil, acabamos utilizando mil veces más.
Oxígeno y energía son dos palabras que nos definen como especie. Por eso quiero recomendar un libro de ensayo que unen estos dos términos: “El oxígeno. Historia íntima de una molécula corriente”, del especialista en nanotecnología y nanociencia Álvaro Martínez.
Obra ganadora del Premio Europeo Divulgación Científica Estudio General 2020, nos presenta el oxígeno desde todas las vertientes posibles: los más conocidos, por ejemplo como molécula imprescindible para la vida compleja, y los que lo son menos, como su papel en el desarrollo de enfermedades de carácter neurodegenerativo como el Alzheimer y el Parkinson o como herramienta para eliminar tumores con una precisión microscópica.