Nadie lo veía, pero él llevaba la bandera / Por Guillermo Bevaqua

Por Guillermo Bevacqua
Especial para La Calle

Podrá parecer un razonamiento ilógico iniciar esta nota que jamás se nos antojó escribir, recordando un verso de Jorge Luis Borges, cuando en la Fundación Mítica de Buenos Aires dice que “se le hace cuento que nació Buenos Aires”, a nosotros los futboleros del mundo, desde ayer por la tarde “se nos hace cuento que murió Maradona”. Será tan eterno mientras haya un potrero, un pibe haciendo “jueguito” en la calle, un partido cualquiera o el mas empinado de todos los clásicos.
Un diario del mundo, dice que ´”será eterno”, otro dice que fue “el piu grandi di tutti”, y es imposible no coincidir, si por algo tenemos las mejillas arrasadas de pena.
Hay coincidencias en que murió joven, pero algún poeta, cuyo nombre se nos olvida, dice que alguien muere, cuando muere el último que lo recuerda; es decir, en Maradona no podrá la vida cerrar su inexorable ciclo.
A los l5 años su nombre se hizo grito en una cancha con tribunas de maderas; cinco años después, una tarde inolvidable de agosto, lo vimos pasar en andas de los hinchas, a 10 metros nuestros, en la única vuelta olímpica que dio en la Argentina, cuando la tribuna ya no era grito, sino cántico estruendoso.
Enseguida el glamour de Europa; el poderío soberbio de Cataluña con el sueño intacto de ser invencibles, pero no pudo ser; y cuando muchos estimaron una equivocada decisión, marchó al sur, pobre y subestimado de Italia, para adquirir desde allí una gigantesca dimensión. Ese momento fue pintado como nadie por el poeta Héctor Negro, en Versos para Maradona, cuando dice: “El sur napolitano, fue el Sur de su suburbio./Por morocho, por pobre, por sur, por desdeñado./El le ofrendó sus goles, su prodigio, sus ganas/y fue llenando el hueco del ídolo esperado.// Hundió al Norte rico con vital desparpajo./Con la celeste blanca y blanca se arrió media tribuna en el Sur, y en el Norte le hizo un corte de manga a los que despreciaron su canción y su cuna.”
A ese sur, sin alegrías en el fútbol le dio “Scudettos”, Copas de Italia, Copa UEFA y Super Copa de Italia. Ya había sido en México “la mano de Dios” y el artista prodigioso que dibujó los 10 segundos y 6 décimas, mas hermosos de todos los mundiales.
Después, retomando los versos de Héctor Negro, “…no le perdonaron su origen y su orgullo./ Ni ese privilegio de mover muchedumbres/ sin pasarse hacia el bando de los que todo humillan,/para ser uno de ellos, como siempre es costumbre/ Los burócratas grises…, el chantún cholulaje…, los caretas impúdicos, los escribas que reptan por las treinta monedas/toda esa cafaña, lo sentenció caído.”
En Estados Unidos, en el mundial 1994 “le cortaron las piernas” en sospechosa maniobra y es imposible olvidar su inconsolable llanto porque sabía que vengantivamente se le robaba la última oportunidad de alzar otra Copa del Mundo.
El Sevilla, Newell´s y Boca fueron los últimos equipos en los que mostró en cuenta gotas su excelsa calidad, y como un regalo para su corazón fanático, su último partido fue contra River (27 de octubre de 1997) , en el Monumental, con triunfo boquense en el día que lo reemplazó su sucesor en la idolatría –Juan Román Riquelme- y Palermo iniciaba su implacable derrotero de goleador y verdugo de River.
La dimensión que tuvo como jugador, no la tuvo como técnico; en oportunidades que comentó grandes partidos o mundiales, mostró la claridad con que veía el fútbol y como se anticipaba a lo que podía pasar. Era un lujo escucharlo.
Lo tuvo todo. Pero nunca olvidó su origen. Nunca fue “un desclasado”. No tuvo empacho en criticar a Juan Paulo II y abrazarse emocionado con “Francisquito” como llamó al Papa, y todos supieron siempre con quien se identificaba políticamente , como dice Héctor Negro: “…él es bien de abajo por sobre toda duda./Y sigue en las banderas, los cánticos, los coros./ Porque la gente intuye que aún entre los brillos,/sigue siendo uno de ellos y es ídolo con todo.”
En cualquier lugar del mundo Argentina se identificaba con su nombre. Recordamos la anécdota de aquel rosarino, fanático de Newell´s, que en la Plaza de Tiananmen, en Pekin, se fotografíó con la bandera roja y negra; cuatro policías chinos lo subieron a un celular. El rosarino hablaba inglés, pero los chinos solo el mandarín. Luego de cuatro horas de calabozo, el rosarino recoge del suelo sucio un diario escrito en ilegibles sinoramas, y en una página, una foto de Maradona, con la camiseta argentina. Esa imagen sirvió para entenderse con sus inflexibles y guardianes y la consiguiente libertad.
Eduardo Sacheri, el guionista de uno de los dos Oscar del cine argentino tiene un emotivo relato, titulado “Me van a tener que disculpar” y en el que cuenta el segundo gol a los ingleses. Allí plasma como nadie lo que era Maradona: “Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie. Y aunque va de azul, va con la bandera. La lleva en una mano, aunque nadie la vea.”
Pero todos lo vimos y supimos que era una bandera, no solo del fútbol argentino, sino del fútbol mundial. Aunque las leyendas no mueren, dicen que ayer murió. Tenía 60 años.-