Lo adverso despierta la conciencia

Señor director:
Lo más probable es que apenas nos hallamos al inicio de una época de pandemias que se extenderá por años, sin que los virus puedan eliminarse con vacunas, o que el organismo logre inmunizarse milagrosamente por sí mismo. Tal como están las cosas, no sería exagerado decir que la situación del mundo se irá agravando aceleradamente en todos los aspectos, como suele suceder con los tumores o disfunciones de cualquier tipo. De ser así, que es lo más probable, en pocos años no tendrá sentido tachar de conspiranoico a nadie, porque la realidad habrá superado cualquier tribulación o escepticismo que se tenga. En lo sucesivo, la cuestión no será cómo superar las crisis, sino cómo habituarse al nuevo estilo de vida que ellas impongan a los que logren sobrevivir a su fatídico efecto fulminante.
No hay que ser profeta ni vidente para darse cuenta de que esta vez las cosas son más complicadas que de costumbre, porque la naturaleza de los males en perspectiva así lo indican. La inmensa mayoría no está preparada para entender mínimamente que lo que ocurre no es casual, sino matemáticamente explicable a tenor de la ley de causa y efecto, según la cual, el proceder contrario al orden natural provoca reacciones equivalentes al calibre de las transgresiones acumuladas en el tiempo. A la Naturaleza no se la puede sobornar ni presionar, ya que, por más avanzado que parezca el virtuosismo tecnológico alcanzado, sus leyes siempre son las que imperan, y por ende las cosas no cambiarán a menos que la humanidad despierte la conciencia y capte que la voluntad del Controlador Supremo reflejada en cada acontecimiento, es una clara advertencia de que la actitud correcta para ser libres y volver al mundo espiritual es el desapego y la humildad.
Quien todavía piense que estamos “abandonados a nuestra suerte en un universo sin propósito” como decía Sartre, se equivoca. En el misterio de la vida –que por falta de conocimiento conclusivo nadie explora atinadamente–, todo está milimétricamente calculado. La mentalidad explotadora que nos ha hecho vivir de espaldas al sol de la Verdad venerada por nuestros ancestros, ha creado una sombra cada vez más acentuada que ingenuamente hemos creído poder eliminar inventando tubos de neón e implementando las intermitentes innovaciones de la compleja tecnología moderna.
Dios existe, y nosotros existimos más allá de los repetidos nacimientos y muertes que experimentamos en este mundo en el que solo estamos de paso. Quien de veras esté interesado en saber lo que le duele no saber, y quiera emanciparse completamente y para siempre de la precaria situación que le provoca el desconocimiento de lo absoluto, solo tiene que leer atentamente la “Bhagavad-gita tal como es” de Srila Prabhupada.
Lucas Santaella